Decirte que reemplacé las espinas de tus manos
por calandrias o libélulas, da lo mismo,
que recordé la humanidad que escondimos
detrás de montañas de sombra y hielo
y la fui a buscar, decirte que por suerte estaba intacta,
decirte que escribo en gran medida porque vos una vez escribiste
y que recuerdo la tarde de sábado que te animaste
y leíste un puñado de tus poemas ahora perdidos o quemados,
decirte que sola no estás, que no sos un hueco en la carne
y que el olvido es incapaz de lamerte,
decirte que madre se hace y no se es, lo mismo, hijo,
que perdono lo que sé que hiciste y lo que hice
y que esas cuestiones ya no tienen puntas afiladas,
y de eso, sólo quedan plumas y un canto de pajarito,
decirte que te llevaría cuando me vaya
o decirte que no llores tanto, que no hace falta,
decirte que Estas Palabras Son ajenas al odio,
que el odio es cosa de imbéciles y que estas palabras
son cosas del amor y la humanidad, esa que recordé y fui a buscar.
Decirte repetidamente esta palabra para que me respondas
con leerte, con silencios que dicen todo
y con la seguridad que decirte es quererte.
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