Las palabras
en contraposición a la nada
y en los espacios precisos del ser
dan entidad a las ideas,
son como gusanos inmortales
que se arrastran enfáticos
sobre la piel de la ignorancia
dejando huellas perennes
y con ellas se transforman
el amor, el dolor o la penumbra,
porque las palabras iluminan,
dibujan un mapa humano
distinguen las cualidades
de la razón y de la genialidad.
Pero no es su caso señor,
esta muy claro que no,
usted no entra en ese universo
de construcción lingüística
de pequeños mundos infinitos
de sempiternos tejidos
que conforman enormes tramas
de honduras interminables
donde conviven los postulados,
las pasiones con las desdichas,
los versos del poeta con los adioses,
los discursos de los pueblos,
las canciones de los juglares,
el mecanismo comunicacional
y el fundamento de lo que el humano es.
La palabra es para usted señor
lo imposible, lo intangible,
una quimera inalcanzable
colmada de improbables,
y jamás podrá acercarse al verbo,
a la dialéctica y a la gramática.
No señor, hay algo que no comprende:
las palabras no se han creado para usted,
las palabras son el resultado
de la grandeza humana,
y no creo que llegue algún día
a ser parte de ese universo vivo,
porque nunca entenderá
que ellas no son sólo grafismos;
sepa hombre inepto,
que la ignorancia no es un pecado
simplemente, es una condición humana
y usted lejos está de superarla.