Por ALFONSO GUIDO | LA TUBERCULOSIS DE KAFKA
Para los nicaragüenses, paisanos adoptivos de Edith, sus esculturas fueron mucho más que monumentos de piedra o bronce. A la larga también fueron una silenciosa clase de historia y el legado de una mujer que sobrevive en su obra a pesar de la amnesia colectiva de un país que siempre la tuvo allí pero nunca la reconoció.
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