El Profesor N pasaba su consulta en el Hospital de la Beneficencia. Era aquélla la sala Psiquiátrica, y la mañana se presentaba cargada de trabajo. Pero todos los días ocurría lo mismo: docenas de enfermos mentales pasaban por aquel cuarto desnudo y aséptico en el que el Jefe de la Sala, rodeado de sus ayudantes, recibía a los pacientes. El Profesor N había ya explorado a tres retrasados mentales