Fue en la fiesta de los Álvarez. Esas malditas fiestas siempre ponen ideas locas en la cabeza de Helena. Es algo superior a sus fuerzas: no puede evitarlo. Al volver a casa, mientras nos preparamos para irnos a la cama, me lo dice: —Quiero tener un hijo. No es nada extraño en una mujer de cuarenta años. A los veinte sólo quieres divertirte, a los treinta te importa únicamente tu carrera, a los