-¡Señora! -gritó la sirvienta sofocada aún por la rápida ascensión-: son del depósito de abajo. Están enojadísimos con los niños... han querido quemar todo. -¿Qué?, ¿quemar?, ¿qué?... Que suban. ¿Luisa? ¡Ah! ¡estos hijos! El dependiente estaba ya arriba. -¡Sí, señora, sí, son sus hijos! ¡Sus niños que ya no saben qué hacer! Estaban agujereando el piso para incendiar el depósito... Los