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¡Tajo o tejo!

El único teatro que, por los años de 1860, poseía Lima, estaba situado en la Calle de San Agustín, en un solar o corralón que, por el fondo, colindaba con la calle de Valladolid, y era una compañía de histriones o cómicos de la legua la que actuaba.
Ensayábase una mañana no sé qué comedia de Calderón o de Lope, en la que el galán principiaba un parlamento con estos versos:
Alcázar que sobre el Tejo...
Lo de Tejo hubo de parecer al Apuntador errata de la copia, y corrigiendo al cómico, le dijo:
-¡Tajo, Tajo!
Este no quiso hacerle caso y repitió el verso:
Alcázar que sobre el Tejo...
-Ya le he dicho a Usted que no es sobre el Tejo...
-Bueno, pues -contestó el galán, resignándose a obedecer-, sea como usted dice, pero ya verá lo que resulta- y declamó la redondilla:
Alcázar que sobre el Tajo
blandamente te reclinas
y en sus aguas cristalinas
te ves como en un espajo.
Y volviendo al apuntador, le dijo, con aire de triunfo:
¿Ya lo ve usted, so carajo,
como era Tejo y no Tajo?
A lo que aquél, sin darse por vencido, contestó:
Pues disparató el poeta
¡puñeta!

© Ricardo Palma. Tradiciones en salsa verde.


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