Ella tiene que elegir entre el sueño hecho Realidad y el Payaso que la pone bien. La decisión pintó fácil al principio, pero con el paso del tiempo las dudas fueron creciendo. Fue y vino de uno a otro lado de su ambición, varias veces.
Sabe que no da para más, la disyuntiva no la deja vivir. Se descarga contando lo que le pasa, se siente contenida pero al mismo tiempo desespera. No está sola, día a día comprueba la abismal diferencia que aleja a la realidad del sueño, pero no lo abandona.
La lógica de la conveniencia le responde con la misma contundencia y sentido que quienes la oyen. Ella sigue la corriente y se abraza al sueño. Pero algo en su interior le recuerda al payaso y muere de amor, de pasión, de felicidad. Quema los libros y los consejos.
Llora y sigue, desorientada. Nadie se lo dice, aunque todos lo saben: está encerrada. Una parte de su existencia no se sostiene sin el sueño y la otra cojea sin el payaso. Debe matar y sepultar a un pedazo suyo. No se anima.