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La escala de los mapas - Belén Gopegui



" (...) Qué tortura conservar la razón cuando arrecia el deseo."












Gopegui, Belén. La escala de los mapas.
Barcelona: Anagrama, 1993

Col.lecció Narrativas Hispánicas, 139



::: Què en diu la contraportada...
Si el amor platónico dice sí..., si un día, en una parada de autobús, un hombre que fantasea con encontrarse a la mujer de quien estuvo enamorado sin ser correspondido se la encuentra, si ella le toma del brazo, se muestra ilusionada, ríe: ¿entonces qué hacer con la realidad? Sergio Prim, geógrafo de profesión, ha visto cómo su sueño de amor por Brezo Varela se cumplía y ha sentido pánico.

A lo largo de la novela buscará un hueco, un punto de quietud, una zona exenta de preocupaciones. Tal vez pueda vencer allí su dificultad para entender la escala de los otros -esto es, el modo según el cual los otros establecen relaciones de semejanza, distancia o proximidad- , acaso logre entonces poner a salvo su relación con Brezo.

La escala de los mapas es la historia del miedo a ser amado y su metáfora, pero es también una reflexión sobre la diferencia entre las cosas que ocurren en el espacio y aquellas otras que suceden en el tiempo. Escrita en un lenguaje renovador, participa de cierta concepción de la literatura como arma blanca capaz de hacer una hendidura en el aire, en los movimientos, en nuestra percepción del mundo.

::: Com comença...
Si un hombre pequeño nos besa la mano y acto seguido empieza a describirnos una manivela, ¿qué hacer? Dada mi actividad profesional, no deberían planteárseme estas dudas. Admito, sin embargo, que durante los primeros minutos Sergio Prim me confundió.

::: Moments...
(Pàg. 19)
(...) su espalda era el tiempo y en sus muslos ondeaban otros años de mi vida, los que no supe, años durante los que no paseé reconcentrado y mudo al hilo de las vallas de un patio de colegio, años en los que nadie sometió mi deseo, sino que cada acto cometido era evocable eternamente, porque era bello y bueno y feliz.

(Pàg. 20)
Jamás supe cómo conciliar mi estado de reposo, mi convalecencia íntima en una habitación del mundo iluminada sólo por la pantalla de una lámpara, con el aliento brusco, como de temporales, que exhala el recién llegado.

(Pàg. 24)
¿Cómo instalar a una mujer de ideas fijas en mi vida prudente y lograr que los dos saliéramos incólumes?

(Pàg. 25)
(...) y hube de preguntarme dónde se ocultaría tu error, tu enfermedad sagrada, tu avería, tu cruz, hubiera dicho mi madre. Porque, según he experimentado en carne propia, hay que estar averiado o vivir con un caballo de batalla para poner semejante fervor en los asuntos abstractos.

(Pàg. 27)
No sé abandonarme, ni siquiera en el deseo, ni siquiera desvaneciéndome en ti.

(Pàg. 30)
Sabía que la realidad nos instiga a los unos contra los otros, que toda pieza sometida a la acción de las fuerzas exteriores se fatiga y deforma. Sabía que en la desdicha, que en el tiempo, ninguna adoración permanece.

(Pàg. 42)
- (...) Todo amor es entonces un amor adúltero, y todo amor adúltero es un gato de Schrödinger que no está muerto ni vivo en tanto no poseamos a la mujer. Cuando no está en nuestros brazos, la amada desaparece, amigo mío. Es inútil seguirla o perseguirla, nadie puede ser onda y corpúsculo al mismo tiempo. Los pensamientos circulares, las obsesiones, las escenas de celos son inútiles. Como ve, la mecánica cuántica está a favor de un conocido aserto popular: “Ojos que no ven, corazón que no siente.”. Si el hombre fuese humilde y aceptar regirse por los mismos principios que sus átomos, no volvería a sufrir a causa de la infidelidad.

(Pàg. 48)
(...) busqué asilo en las sombras móviles de una película y ellas me escondieron hasta que vino el sueño.

(Pàg. 51)
(...) callar los miedos es el tributo que exige la responsabilidad.

(Pàg. 61)
Hay mujeres que resplandecen y mujeres que son agujeros negros. Lucía era un agujero negro, tenía belleza de agujero negro, cuando más la deseaba era cuando sus ojos se volvían hacia dentro y junto con su pelo oscuro conformaban un vector muy distante. Cuando más la deseaba, Lucía era una piedra negra, una sombra inaccesible y negra, y estaba lejos. Viví con ella temeroso de extraviarla. Contraje matrimonio como quien guarda con tal cuidado un objeto que al fin, el día en que va a cogerlo, no sabe dónde está.
Pero hay mujeres que resplandecen. Son más frágiles, son mujeres de rasgos que a veces pasan desapercibidos hasta que, a una hora indecisa, resplandecen: verde luz en el pelo, brillo de ojos acuoso y linterna bajo los labios destellan al unísono componiendo una lámina tenue, penetrable. En los días que antecedieron a mi separación, Brezo resplandeciente tornó a ser un estado.

(Pàg. 64)
“¿Sabes? Yo tengo amores como catarros mal curados” (...)

(Pàg. 86)
“Te quiero”, dijistes, y se hizo tarde de golpe. Demasiado tarda para eludir el augurio de tu declaración. Bajo los aleros, en la plaza de San Ildefonso, me llevé el dedo a los labios. Calla, calla, geógrafa mía. Cada “te quiero” resta un segundo de vida a los escasos segundos de la ficción amorosa.

(Pàg. 86)
Todo “te quiero” entraña una promesa y las promesas nos dañan, pues dividen la vida en momentos de obediencia y momentos de traición.

(Pàg. 94)
Qué tortura conservar la razón cuando arrecia el deseo.

(Pàg. 107)
El deseo de tu cuerpo me azotaba. Exactamente azotar, como los vientos, exactamente luz de tu vestido, luminarias llamándome en el esternón. Tormenta del deseo que no habría de aplacarse ni aún si volviera yo a erguir tu cuerpo desde dentro, ni aún si volviera a poseerte -¿cuántas veces más?-.

(Pàg. 118)
Por la desembocadura de las calles, en lugar de otras calles –caldo sucio de colmenas urbanas- se veía el contenido de la palabra lejos.

(Pàg. 123)
Fue un pensamiento reflejo: “Brezo, si pudieras verlo.” Y la llamé.
Sí, te llamé, porque el hombre es voluble y la vanidad –el deseo de complacer-, poderosa.

(Pàg. 124) 
Irrumpes y contigo mi esperanza de que leas cuanto me sucede, todo lo que mi voz no dibujaba, amiga, porque esa mujer, con su sombrilla roja, con su sonrisa de perlas llega y nos disuade a los introvertidos, y nos impide precisar.

(Pàg. 145)
(...) esto es, simplemente el arte de llorar, un toque de cristal en las mejillas.

(Pàg. 150)
La muerte había llegado altiva, invitada de honor, redentora final de los delirios, puta como siempre.

(Pàg. 169)
- ¿(...) dónde está el límite entre la vida exterior y la interior? Tal vez a mí no me enseñaron a cruzar ese límite. Nadie me puso ejercicios para aprender a trasladar lo imaginado a lo vivido. Escribir en el día lo que habíamos escrito en el cuaderno; nadie me hizo caso en clase cuando sugerí que hiciéramos redacciones al revés.

(Pàg. 201)
Yo desafío, dije, al día venidero, y afirmo que el hombre debe aprender a vivir en lo imaginario.

(Pàg. 203)
- ¿(...) Estás enfadas conmigo?
- Creo –dudabas- que sí.
Tus ojos casi transparentes se habían agrandado, mujer ventana. Sergio era un hombre vencido por el miedo y por el sueño, pero cuánto deseaba asomarse a ti. Y tú eras una compulsión agazapada, remolinos de ideas en tu frente: ¿qué esperanzas tenías, qué deseos?

(Pàg. 209)
- (...) Interrógueme, haga de mí lo que quiera, pero deprisa. Apenas tengo tiempo y aún no sé cómo hacer que el espacio se modifique. Maravillas, la realidad me sigue, la realidad está cada vez más cerca. Temo que ni siquiera respete los recuerdos.

(Pàg. 219)
(...) debería explicarme contigo por escrito, aunque no fueras tú la destinataria de mis folios –tú, ya lo sé, detestas las excusas-, sino ustedes, los ocultos, mi delicada pléyade de introvertidos.

(Pàg. 222)
El pasado no puede ser tocado y el futuro es una conjugación aguda y áspera: yo me equivocaré, tú viajarás, ella nos perseguirá, nosotros tropezaremos.

(Pàg. 228)
Explíquenme cómo saber si el entendimiento entre dos personas –dos almas- existió o fue criatura de la mente nada más. Si es así que lo nieguen todo, de acuerdo. Que nieguen incluso que yo existo. ¿Existo o no existo?

(Pàg. 229) 
(...) aunque la realidad me busque, no podrá dar conmigo.


::: Què en penso...
Vet aquí la novel·la amb la que Belén Gopegui es va donar a conèixer ja fa un grapat d’anys. Una proposta narrativa que, amb una prosa encesa i molt suggestiva, ens ofereix un estudi sobre  l’obsessió, concretament l’obsessió a desaparèixer o, si ho preferiu, a negar-se a ser.

La escala de los mapas parteix de l’amor (de l’enamorament i de la passió) per portar el protagonista -un personatge apocat, de condició reservada- a l’ exploració de la transcendència. Una cerca inútil de totes totes, doncs l’objectiu últim del personatge és escapar de sí mateix i de les seves obligacions.

L’autora retrata l’ànsia per trobar un espai íntim propi i únic; aquell buit només destinat a un mateix al marge de moments i de llocs, i ens trasllada d’una manera delicada i del tot acurada el neguit de Sergio Prim, aquest personatge tímid i introvertit, que té la voluntat de descompondre’s entre el món real i el seu món més íntim; l’afany de voler viure entre el món real i el pensament.

L’autora madrilenya ens ho explica tot d’una manera particular, allunyada d’una forma narrativa ortodoxa. Al contrari. Sorprèn, i molt.

Usa una prosa elaboradíssima que aspira en molts moments a conquerir l'àmbit poètic. I és que La escala de los mapas és una novel·la de metàfores, de comparacions, d’al·legories. Una novel·la amb una gran capacitat de generar imatges mentals i emocions.

L’univers semàntic és molt ric i complex, en ocasions fins i tot rebuscat. Aquesta riquesa semiològica viatja sovint sobre frases  subordinades (des)ordenades amb una puntuació sintàctica alternativa, traslació del pensament dels protagonistes.

Afegeix-hi a més un narrador dinàmic -canviant, del tot líquid- que crea una veu narrativa alternant però que aconsegueix que la novel·la explori 360
° al voltant de l’aïllament del protagonista i el valor que dona a la seva intimitat, mentre el seguim en una cerca inútil per escapar de si mateix i refugiar-se als seus pensaments.

Tant important és aquesta veu narrativa camaleònica com els temps verbals usats. La Gopegui barreja sense manies passats diversos i presents variats. És la manera que té de jugar amb el temps i la persona. De seguir al protagonista en la seva cursa d'expiació. De la mateixa manera, i recolzada amb tots aquest elements formals i estilístics,  l’autora esborra fronteres entre realitat (bàsicament els diàlegs dels personatges) i  la quimera (l’ imaginació, els pensaments, i els supòsits dels personatges.)


Tota aquesta estructura textual -enlluernadora i hipnòtica però també bella i estimulant-, lluny de desorientar o d’avorrir, crea una mena d’ànima temàtica, una mena de veu pròpia que emana pàgina rere pàgina i atorga una personalitat única a La escala de los mapas, una novel·la absolutament recomanable.

::: Altres n'han dit...
Bienvenida narrativa, Almáciga de olvidos, Un libro al día (I. Grecco), Lope de Sosa, Culturamas (R. Berbel), Libros y literatura (V. González),

::: Enllaços:
Belén Gopegui, context de l'autora, interpretant l'argument, interpretant la temàtica.



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