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EL CANINO INDISCRETO (SEGUNDA PARTE)







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Todo salió como lo había planeado don José, que era hombre de pocos escrúpulos y mucha experiencia.

Con el paso de los años y gracias a los terrenos de su suegro, Federico se convirtió en el hombre más rico y poderoso de la provincia, que tanto levantaba un edificio como compraba la voluntad de un político. Y Paloma le dio dos hijos, una pareja como desean todos los matrimonios. Nada parecía ensombrecer su felicidad.

Nunca olvidó el consejo de su padre, que al cabo de varios años le dejó la gestión del negocio y ahora babeaba víctima de una demencia en la mejor y más cara residencia geriátrica de la ciudad.

Paloma dedicaba a sus devociones casi tanto tiempo como Purificación, a la que acompañaba a la iglesia, a las reuniones con el obispo y al ropero donde dedicaban su tiempo a coser para los pobres y despellejar a sus amigas, ambas cosas con similar intensidad.

Pero había algo en lo que se diferenciaba de Purificación. Y es que recibía de buena gana a su marido en la cama y no le hacía ascos a un buen polvo, como decía la gente de la clase baja para referirse a hacer el amor.

Y Federico, que era y había sido desde joven un buen semental, le hacía el amor con el mismo gusto que al resto de sus concubinas, dos en la provincia y una en la capital para cuando tenía que viajar a alguna reunión de negocios o política. Y siempre tenía la costumbre que cuando terminaba la cabalgada y quedaba ya satisfecho, las mordía en la nalga derecha donde les dejaba los dientes marcados por unos días. Y lo mismo hacía con Paloma. Era su forma de marcar a sus hembras.

Una primavera tuvo que viajar a la capital durante una semana, porque necesitaba arreglar ciertas cesiones de terrenos que le interesaban en una nueva área de expansión que se estaba licitando. Y de paso, arreglar lo de Vicky, su “amiga” capitalina. Ya se había cansado de ella y quería llegar a un buen acuerdo económico con ella, porque ya le había buscado un repuesto, una espléndida rubia que se llamaba Tamara y que tenía un especial don como felatriz.

El primer día en la capital, después de despachar varios asuntos, fue a jugar una partida de padel con un Director General que le pasaba información sobre negocios inmobiliarios y en uno de los remates tuvo la mala suerte de resbalar y pegar contra la pared de la pista, rompiendo el canino izquierdo a la altura de la raíz.

No quiso arreglarse el diente en Madrid, porque prefería que lo tratase el dentista que tenía en su ciudad, compañero de estudios en el bachiller con quien había seguido manteniendo contacto profesional y personal. Era el dentista de toda la gente importante y siempre le contaba cosas interesantes sobre amigos y competidores. Fue a un dentista de la capital para que le diese medicación para el dolor y le trampease el diente hasta volver a casa.

Pero alguien como Federico no podía permitir que le viesen sin un diente, iba contra su orgullo de mantenerse joven a pesar a los años, así que cuando llegó a casa no le dijo nada a nadie.

A la mañana siguiente llamó a su amigo el dentista, pero estaba de vacaciones en Baqueira Beret, esquiando, que la semana anterior había caído mucha nieve. Decidió esperar a la vuelta del amigo y como era un canino, no tuvo muchas dificultades en ocultarlo a todas las personas de su entorno, incluida su mujer.

La noche de su llegada cumplió el débito conyugal con su mujer y como de costumbre la marcó con los dientes en la nalga derecha. Lo hizo con la luz apagada y a continuación se quedó dormido porque estaba cansado del viaje.

Los tres días siguientes, aunque no tenía intención de repetir la cabalgada porque había llegado muy satisfecho de Madrid, Paloma le dijo que le había venido la regla y hasta el fin de semana no podrían volver a tener relaciones carnales.

El fin de semana, al ir a acostarse, Paloma le dijo:

  • No tardes, cariño.

Era la seña que usaban cuando decidían tener relaciones . Federico, aunque estaba cansado porque el día anterior había estado con una de sus amigas, no encontró un motivo razonable para negarse y subió a la habitación, donde cumplió con sus deberes como marido. Al terminar la marcó mediante un mordisco en su nalga derecha y cuando se incorporaba, resbaló y con la mano derecha barrió al suelo lo que había encima de la mesita: sus gafas de leer, el periódico del día que le gustaba repasar al acostarse y la cartera. Encendió la luz para recogerlo y entonces se fijó en Paloma, que estaba voluptuosamente echada en posición de decúbito prono y aún no se había subido las bragas.

Y entonces las vio las tres señales de dientes claramente diferenciadas en el culo de su mujer.

En dos se veía sin ninguna duda la ausencia del canino derecho en la huella de la mordida, pero la otra tenía marcados todos los dientes.

  • ¿Qué pasó? – Le dijo Paloma, ya medio dormida

  • Nada, que me cayó la cartera.

Pasó toda la noche dando vueltas a lo que había descubierto. Al principio no lo quería aceptar, no podía entender que Paloma hubiera ido con otro, teniéndolo a él, que la hacía disfrutar en la cama siempre que se lo pedía.

Trató de tranquilizarse.

  • Seguro que la huella completa es mía, de antes de marchar a Madrid.

Pero sabía que no podía ser. Era claramente más reciente que una de las suyas, por tanto tuvo que ser después de su vuelta.

  • La mato, mañana la mato.

Y Paloma a su lado dormía a pierna suelta.

Después pensó que no podía matarla, el escándalo sería mayúsculo, precisamente ahora que estaba en tratos con el obispado para construir en unos terrenos de la iglesia más de doscientas viviendas, con los beneficios que eso supondría. Ya tenía un acuerdo con el concejal de Urbanismo para recalificarlos y resulta que el concejal de urbanismo era primo de Paloma.

  • Pues entonces me divorcio de ella – pensó en el colmo de la desesperación.

Pronto cayó en la cuenta de que el escándalo sería igual de grande y además Paloma se llevaría la mitad del patrimonio.

Y recordó las capitulaciones matrimoniales que había firmado al casarse.

  • La mitad por lo menos…

Aquella noche lloró de desesperación mientras Paloma dormía con una sonrisa bobalicona de felicidad asomando a su cara. Sonrisa de encontrarse satisfecha…

Al día siguiente se levantó temprano y llamó a la consulta de su amigo el dentista. Había llegado de Baqueira la noche anterior.

  • Paco, tienes que arreglarme un diente que se me ha roto, es muy urgente.

Le dio vez para aquella misma tarde.

Más tranquilo, decidió que una vez arreglado el diente, las tres marcas de dientes serían suyas y que nunca más volvería a encender la luz después de hacer el amor con Paloma.



Imagen creada con IA



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