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Qué comían los reyes y qué bebían los magos 02, Krista D. Ball

Amando la vida citadina

No escojas una casa cerca de una posada.[1]

Contenido del capítulo

  1. Amando la vida citadina
  2. No soy un hombre religioso
  3. Recaudación de fondos, la forma medieval

Quizás fue el vivir catorce años en una ciudad lo que me hizo cínica, pero las personas modernas no son todas tan amigables. Si alguien aparece en mi puerta y me pide una Comida y un lugar donde quedarse durante la noche, le explicaría con mucho detalle cómo llegar desde mi casa al refugio para los sin hogar y le ofrecería un tickect para el autobús si tuviera uno. Entonces, cerraría la puerta y cerraría la casa como el Fuerte Knox y desearía no ser asesinada mientras duermo. Y habría sido considerada una buena persona por haberle dado el ticket de autobús y no haber llamado a la policía.

Las personas que vivían en la Europa medieval veían las cosas de forma diferente.

Muchos viajeros, especialmente los pobres, dependían de la caridad de los extraños cuando las raciones eran escasas. Por ejemplo, las personas en la Europa medieval veían la caridad y la amabilidad hacia los extraños como parte de su expresión de cristiandad. El rol de la cristiandad en la hospitalidad no sólo para la familia inmediata y los amigos, sino también para los extraños, los pobres e incluso los enemigos.[2] Si la caridad es un fuerte componente de tu religión base, tu héroe podría encontrar muchos brazos abiertos mientras viaja.

No soy un hombre religioso

Si cenar o pasar la noche con extraños te parece poco práctico o fuera del personaje, todavía están las viejas posadas, tabernas y monasterios. El dónde tus personajes pasarán sus noches mientras están en la ciudad depende de diversos factores, incluyendo el propósito de su viaje y la profundidad de sus monederos.

Una heroína en un peregrinaje sagrado (o una asesina pretendiendo ser una heroína en un peregrinaje santo) podría seguir el ejemplo de Egeria. Egeria era una mujer rica que hizo el largo viaje de España a la Tierra Santa en el 384, y registró su viaje. Los monjes y monasterios tienen una presencia muy fuerte en sus diarios del viaje. Era una mujer rica que podría haberse quedado en cualquier lugar, pero escogió quedarse en las instituciones religiosas siempre que fuera posible. Esto no era nada fuera de lo común. A menudo, los monasterios excavados en Palestina tenían casas de huéspedes, diseñadas para proveer refugio y comida a peregrinos tales como Egeria. Estos monasterios seguían la regla de San Benedicto, quien pedía que todos los invitados fueran recibidos como Cristo.[3]

Por supuesto, tu heroína quiere ser cuidadosa cuando escoge un monasterio. Si es de una constitución robusta, podría encontrar el estilo de vida austero del monasterio más que preocupante para la digestión. Muchos monjes de la iglesia del período inicial no comían carne, debido a que era un lujo y enviaría el mensaje equivocado. Algunos sacerdotes budistas también practicaban el vegetarianismo en diferentes grados de severidad. Otras sectas de monjes de la iglesia del período inicial consideraban el comer la carne cruda un acto virtuoso; un tiempo de preparación mínimo significaba más tiempo para adorar. Tu heroína amante de la carne podría no pasarlo tan bien si una tormenta la mantiene allí durante varios días.

Refresco de miel para el caminante

Disfruta de este refresco en una posada durante el viaje para revivir tu espíritu. Una combinación de miel, pimienta molida y vino especiado es justo lo que hace falta para reanimar a un viajero cansado.

Sin embargo, se advertido. Hay muchos tramposos que harán que sus clientes enfermen al combinar una parte de miel echada a perder con dos partes de miel en buen estado. ¡No arriesgues tu salud para llenar sus monederos![4]

Las posadas, hoteles y tabernas son lugares muy comunes para rentar cuartos y conseguir una comida caliente por unos pocos peniques. Las ciudades más grandes tendrían muchas entre las que escoger. Por ejemplo, Pompeya, tenía 118 bares y 20 hoteles. Al igual que en la actualidad, los estándares variaban, al igual que lo hacía la comida y, tos, los servicios que se ofrecían. A menudo, el dónde te quedabas se reducía al ancestral divisor: el dinero.

Un barón rico y su esposa no se quedarían en una casa de mala muerte, donde sólo sirven café y sexo. Un jornalero pobre podría ser afortunado de quedarse en el granero de un monasterio local, junto otros hombres (a menudo desnudos) olorosos y cuestionables.

Antes de la policía y el 911, los posaderos no aceptaban reservaciones online aleatorias. Los viajeros tenían que convencer a los taberneros de su valía. Por supuesto, un monedero lleno de monedas siempre podría ayudar con eso, pero una persona que lucía como un apostador o del tipo que no podía soportar bien su cerveza podrían encontrarse en los rellanos teniendo que valerse por sí mismos.

Si llegabas en un carruaje o a la espalda de un corcel, pagarías extra por el establo de la taberna y alimentar tus animales. Esto podía aumentar rápidamente tu cuenta. Sin embargo, si podías permitirte caballos, probablemente el dinero no sería demasiada molestia.

Algunas ciudades tenían estatutos que prohibían servir cerveza o comida a cualquiera que no fuera un huésped,[5] así que tus aventureros podrían necesitar gastar dinero en una habitación para ser alimentados. Una vez más, considerando el tufo de las velas de sebo, los perros hediondos y sin lavar, los borrachos vomitando, tu grupo podría no ser capaz de retener la comida. Eso es bueno para el bolsillo, aunque no para el cuerpo.

Así que, ¿cuánto costará toda esta mareante hospitalidad? En Time Traveler’s Guide to Medieval England, de Iam Mortimer, bosqueja los costos de quedarse en una posada común:

  • ½ a un 1 penique por la habitación.
  • 1 ½ a 2 ½ peniques por estofado o potaje (más por vino y más por carne).
  • 1 ½ a 3 ½ peniques por el acomodo y las comidas del caballo.[6]

Después de factorizar las propinas a la hija bien dotada del posadero, además de los tres brazos de vino que su(s) senos brillante sonrisa te exhortó a tomar y tus pérdidas en los dados, el monedero de tu héroe podría estar, fácilmente, 2 chelines más ligero. Y, ¿por qué cosas? Bueno, francamente, mierda, orine y vómito.

El tufo de la comida podrida, especialmente durante los meses de verano, llenaría el aire. La basura se apilaría afuera y, incluso si la mayoría de ella fuera abono vegetal, el olor de la descomposición de materia orgánica la haría más que notable. Otros clientes olerían como caballos, sudor, dientes podridos y un mal aliento cadavérico si estaban usando curas de mercurio para tratar sus enfermedades venéreas. Con todo esto, el aire estaría lleno del olor enfermamente dulce de la grasa quemada de las velas de sebo, mientras que el humo del tabaco y hierba se alzaría de las pipas, y el calor de los hornos de cocinar y de los fuegos te quemarían los ojos.

Oh, el encanto de todo esto.

Si tu héroe es un sacerdote, un clérigo o un monje, considera si su orden religiosa les permite quedarse en las tabernas, donde mozas de pechos grandes, el licor vil y montones y montones de pecado están ocurriendo escaleras arriba. Por ejemplo, las leyes del canon Wulfstan prohibían a un sacerdote el entrar a una taberna para comer o beber. Tu sacerdote necesitará ajustar su viaje para asegurarse de que sigue el camino de los monasterios, lo cual es en parte la razón del porqué el Regularis Concordia de Æthelwold urgía a que los monasterios fueran hospitalarios.[7]

Hospedero, la cuenta, por favor

Será un HS* por el vino, uno por el pan y dos por los platos adicionales.

Bien.

Y ocho por la chica.

Eso también está bien.

Y dos por el heno de su burro.

¡Ese burro va a ser mi ruina![8]

*Un tipo de moneda romana.[9]

Si te estuvieras quedando en una taberna al estilo romana, tu héroe podría encontrar risotto, judías, guisantes y lentejas. Incluso podrían ofrecerle algunos snacks, tales como vegetales marinados, queso, huevos, cabeza de puerco, anguilas, higos y aves de corral.

Las tabernas británicas y europeas podían ofrecer comida más sencilla, especialmente las más ásperas o fuera de temporada. El potaje o la papilla de avena, el pan y el queso serían ofrecidos, junto con la cerveza local, la cual podría no tener un sabor tan bueno, pero al menos no te mataría, a diferencia del suministro de agua.

Al mirar todo esto, tu héroe podría preguntarse ¿a santo de qué alguien pagaría para quedarse en una posada? Tan desagradables como podrían haber parecido las más ásperas, las posadas todavía ofrecían beneficios. Dormir fuera con mal tiempo puede volverse más que miserable, y una cama de paja vieja, llena de bultos, sería mucho mejor que el suelo fangoso del bosque. Una posada también tendría comida caliente. Por supuesto, podría ser poco más que algunos guisantes secos y puerco salado, con una tonalidad gris debido a que salió de una olla de hierro, pero estaría caliente y disponible de inmediato.

Otra razón para quedarte en la posada sería la seguridad del número. Las carreteras podían estar atestadas de bandas de merodeadores (una podría estar liderada por el interés amoroso de tu héroe/heroína), y siempre hay seguridad en los números. Una anti-heroína inteligente se quedaría en la posada para así poderlos robar más tarde en la carretera.

Recaudación de fondos, la forma medieval

Todo este capítulo ha sido sobre las necesidades nutricionales de ser un héroe o heroína. Ser un héroe es fabuloso y noble, sí, pero algunas veces el héroe encuentra su monedero vacío y ningún filántropo rico a la vista. ¿Qué hace un héroe para recaudar dinero rápidamente sin desviarse demasiado de la búsqueda principal que lo llevará a rescatar a la princesa del Castillo de Verano de Ku’Min?

Hay varias formas legales y menos legales a través de las cuales tus aventureros pueden equiparse. Hay muchas opciones dependiendo de donde caigan en la escala del bien y el mal.

Dos zapatos buenos

A menudo, los monasterios y las granjas necesitan de manos adicionales durante la cosecha y una parada rápida en uno de esos lugares podría hacer que el héroe gane un penique o dos al día. Cuando digo un penique, me refiero a un penique. En la Bretaña del siglo 14, eso era todo lo que ganaba un jornalero por un día de trabajo.

Una chica joven de pies rápidos podría trabajar como mensajera durante una semana para ayudar a entregar misivas y rollos a políticos, dependientes, lores y sacerdotes. Si esta es una novela histórica, probablemente necesitará cortarse el pelo para así poder ganar el salario de penique y medio a la semana que su contraparte masculina está ganando.

Si tu grupo de aventureros está viajando a través de varias ciudades y pueblos, podrían querer invertir en comprar objetos pequeños a lo largo del camino para venderlos en las diferentes ciudades en las que se detienen. Un rollo de seda comprado en una ciudad manufacturera o un bolso de especias comprado a un granjero que las cultive representaría un beneficio significativo una vez llevado a una ciudad, lejos de la fuente del objeto.

Tu grupo podría tener objetos que funcionan tan bien como el oro o los chelines. Sal, pimienta y granos de cocoa, todos estos han sido usados en diferente eras como moneda, comerciados y/o usados como pago.

La ley siempre tiene varías escalas de gris

Los individuos con experiencia militar -o suficientes peleas de taberna bajo su cinturón- pueden ganar hasta un chelín al día por su trabajo. Sin embargo, por lo general, aquellos que contratan mercenarios los contratan por períodos de tiempo más largos. Sin embargo, si tu heroína está en la ciudad durante un mes buscando irrumpir en la prisión subterránea de su hermano, no hay nada malo con que trabaje para la guardia de la ciudad mientras conoce los pasajes secretos del área.

O, supongamos que tu héroe de buena apariencia se tropieza con una viuda joven y lanza al fango su rollo de tela. Se siente horrible por lo que ha hecho. Sólo horrible. Insiste en escoltarla a su hogar para lavarlo por ella. Si después de cubrirse con espuma de jabón y agua en un intento fútil de quitar el fango de la tela, quizás ella se apiade de él y comparta el estofado que ha estado cociendo a fuego lento en su fogón. Y, oh, si sucede que no resiste sus encantos y pasa unas horas revolcándose con ella, ¿quién lo culparía? Ni, ¿quién lo culparía si ella reúne en una bolsa pequeña, comida y quizás un penique o dos por haber lavado la ropa? Después de todo, las mujeres son unas criaturas tan amables.

Eso no es prostitución. Eso es sencillamente… suerte heroica.

Legal es una palabra muy fuerte

Probablemente el robo es la forma más inmediata de conseguir dinero rápido, aunque podría significar un castigo severo si te atrapan: tal como perder tu cabeza o la mano. En muchas culturas el allanamiento de morada era considerado una ofensa digna de la horca. Esa es la razón del por qué el Sr. Woodhouse estaba tan enojado con los ladrones de gallinas en Emma de Jane Austen. “Para los miedos del Sr. Woodhouse, la ratería significaba allanamiento de morada,” como escribe Austen. El allanamiento de morada era un crimen tan despreciable para estas personas que era merecedor de una ejecución.

Si ese es el caso en tu mundo, hay formas de evitarlo. Haz que el “héroe use una caña de pescar para colarla a través de ventanas parcialmente abiertas y robar un portavela. Si lo atrapan, el héroe sólo estaba robando y terminaría en la prisión donde habría sido golpeado, violado y pasaría hambre durante un par de meses. Aunque es mejor que la horca.[10]

Los chicos jóvenes criados en las calles serían rápidos con las manos y robarían bolsillos para sus amigos y familia. Sabrían como trabajar en parejas para distraer a los mercaderes para así “adquirir” frutas, vegetales y pasteles.

Si el latrocinio está por debajo de tu héroe, y el trabajo como mercenario pagado no está a la altura de las faldas de tu heroína, quizás el asesinato y el contrabando puedan funcionar mejor. Por supuesto, es ilegal, pero generalmente no lo va a meter en serios problemas con la ley debido a que probablemente está trabajando para ellos.

Y, finalmente, si todo lo demás fracasa, siempre está el sexo de alquiler. La prostitución es un medio venerable de adquirir dinero, logros y bienes. El pago siempre variará y uno nunca debería estar demasiado asustado de tener un interés superficial en los aspectos más ilícitos del negocio. Cuando se refiere a llenarte el monedero, nunca estés asustado de experimentar con fetiches.

Impuestos: recaudación de fondos gubernamentales

Algunas veces los gobiernos necesitan reunir rápidamente grandes sumas de efectivo para así poder invadir a otras naciones, pagar matrimonios y construir sus armadas. Los gobiernos (esto incluye a los déspotas, a los monarcas y a los monarcas que son déspotas) han gravado en el pasado algunos impuestos alocados, y algunos han provocado estruendos, disturbios y revoluciones.

Algunos de los impuestos más odiados de la historia incluyen:

  • Impuestos por el derecho al sufragio de 1377-1380: Eximía a las vírgenes, lo cual dio lugar a examinaciones públicas de las féminas. Por un hombre.[11]
  • Impuestos sobre el té: Hay demasiados impuestos sobre el té para listarlos, aunque el Acta del Té de 1773 es quizás la más famosa, debido a que llevó al “Boston Tea Party” (conocida como la peor destrucción de té durante el período).
  • Leyes del Cereal de 1815-1846 las cuales controlaban las importaciones de granos a Bretaña.
  • Impuesto sobre la sal, el cual provocó el disturbio de la sal de Moscú de 1648.

Los impuestos, el derecho al sufragio y los aranceles son formas rápidas de recaudar capital. Sin embargo, al igual que en la actualidad, las personas odian los impuestos y se ponen muy, muy furiosas cuando su comida (té, cerveza y ginebra) es gravada.

Todos los derechos de este texto pertenecen a Krista D. Ball. Esta es una traducción sin fines de lucro con el fin de promocionar su obra.

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[1] Cockayne, Emily (2007). Hubbub: Filth, Noise, and Stench in England. Great Britain: St. Edmundsbury Press Ltd and Yale University Press, p. 108.

[2] Isenor, Billy. September 5, 2011. Hospitality. Newman Theological College. M.T.S. Dissertation.

[3] Jotischky, p. 29.

[4] Apicius. (4th or 5th century). Cookery and Dining in Imperial Rome. (Joseph Dommers Vehling, Trans.). Washington: Unknown Publisher (1926), p. 46.

[5] Mortimer, p. 113.

[6] ibid, p. 115.

[7] Lee, Christina. (2007). Feasting the Dead: Food and Drink in Anglo-Saxon Burial Rituals. Woodbridge: Boyell and Brewer., p. 141.

[8] An engraved stone from Isernia (now located in the Louvre); Faas, Patrick. (2005). Around the Roman Table. Chicago, IL: University of Chicago Press, p. 43, 44.

[9] Nota del traductor: Lo busqué en Wikipedia y no aparece ninguna moneda romana con ese nombre. Aunque siendo esto una transcripción y traducción directa del latín, probablemente se trate de un As, una moneda de pequeña denominación que circuló en el imperio y encajaría con una posterior transliteración donde una H con sonido aspirado que se convierta en una A.

[10] Crombie, Neil. (Director and Producer). (2011) At Home with the Georgians [TV]. Episodes 3 (Safe as Houses). UK: BBC Four.

[11] Daunton, Martin. (2011, January). 10 Terrible Taxes. BBC History Magazine. p. 58.



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