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El ángel de los perdedores (MS)


Mónica Sabbatiello (Foto: Viktor Stoyanov)

“...no hay llegada ni partida; él es como un puro presente que se manifiesta o no en este presente sucio, lleno de ecos de pasado y obligaciones de futuro.”
Ahí pero dónde, cómo, de Julio Cortázar
 

Luz sucia y escasa. En lo alto se pierden las farolas con sus lámparas rotas por las pedradas. Este barrio fue noble y ahora es peligroso y marginal. Sus habitantes, llegados del extrarradio y de países más pobres, por las noches salen a los balcones para atrapar un poco de aire, balcones sin mantenimiento y a punto de caer sobre las bolsas de basura espachurradas en las veredas por los perros hambrientos.

Carajo, he pisado una mandíbula de gutapercha como de látex de un rosa mortífero. En este verano recalentado, húmedo y maloliente vos andás jugando conmigo, como mancha neblinosa, aperlada, apenas perceptible. 

Ocho cuadras desde que desciendo del colectivo hasta que llego al espacio mágico en que se ha convertido mi casa, herencia de tía Elvira. Ocho cuadras con música caribeña. En la esquina centellean los reverendos culos de las trabas con sus pantis flúor.
Esperan clientes.
-¿Qué tal todo?
-Tirando, ¿y vos?
-Lo mismo, tirando.

Te cuento, te hablo y creo que estás aquí.
Anoche me saqué una copa de Malbec al patio y me puse a mirar el cielo y te vi salir de atrás del tanque de agua, eras un Magritte con traje y bombín.
Duraste poco pero estabas magnífico. 

"Ahí pero dónde, cómo. No lo sé", dixit Cortázar.

Se repiten unos sueños en los que soy una niña que juega a la rayuela. Al final, tras mucho saltar, acabo en un cuadrado que no es el cielo sino un agujero hipnótico, oscuro, abismal. Y de ahí salís vos tan pálido, tan flaco y me respirás en la boca con sabor a viento y a menta. Y me despierto.

Me dejaron viva para vivirte.
Ellos no pueden hacerme ya nada.
Hoy me paró el enano Joaquín, frente al portón del periódico. Ahí donde los canillitas boludean hasta que las rotativas acaban. Me preguntó, como siempre, si tengo novedades sobre vos. Es muy atento.

Qué mal huelen las cañerías. Faltan tres cuadras. 

·Ella quiere sexo ella quiere sexo toda la noche ella quiere que del baile la saque en mi coche."
Mierda de cumbia.

Creo que la gata también te ve. A veces abre exageradamente sus ojos amarillos y mira con desesperación algo fantasmal que está sobre mi cabeza.
Me da escalofríos.

Tu figura poco vigorosa me sigue por la casa. 

No te vayas a vivir ahí, me dijeron en el laburo, pero no pude encontrar otra casa mejor. Es gratis y grande, hay que hacerle algunos arreglos pero la quiero porque era de la tía que tanto me cuidó. Me gustan sus habitaciones con artesonados y techos altos, el patio, los rosales y el jazmín. 

Sos vos.
¿Sos vos, verdad, el que viene? No el ángel de los perdedores, como dice mi prima, que ama a Los Redondos.

El estado de desaparecido es una carcoma. Nunca duerme.
No me quedan ya casi sitios a donde ir a buscarte, puertas que golpear, pistas que seguir. 

La primera noche que apareciste en esta casa, salimos volando los dos sobre el riachuelo y las barcazas. Vos y yo.
Llegué al trabajo con cara de boba. No supe disimular y Graciela lo notó. Me llevó casi a rastras a un bistró de un flaco amigo suyo, chupado y con cara de El Greco y que se alimenta de libros. Tiene fotos de Joyce y de Proust en las paredes. Apenas come pero cocinó para nosotras riñón a lo Bloom y un vichyssoise a lo Duras.
–A vos te pasa algo, insistía Graciela, ya ante los cafés.
No pude decirle nada. Nada de nada.

No estoy loca. Eso lo sé.

En el trabajo andás difuminado. Pero a medida que me aproximo a casa, te volvés más cabal. 

La gata tiró a mis pies el libro que llevaba días buscando. Y después de eso, no paró de maullar. Me parece que te ve, ya te lo dije. Metempsicosis.
Quizás pueda usar sus poderes. Voy a conseguir un mapa grande de Buenos Aires y a ver si, con sus patitas y tu ayuda, señala la zona a donde te llevaron.
Ponele que te mataron en un lado y los huesos están en otro, quién sabe si vos sabés entonces dónde están.

Huesos. Composición. 25 por ciento de agua, 45 por ciento de minerales, fosfato y carbonato de calcio, y 30 por ciento de materia orgánica, como colágeno y proteínas. 

Buscaba el libro de Proust debido a tus olores perdurables, sobrevivientes. La prenda que más huele a vos, a tus hormonas, a tus duchas frescas y sudores, es la polera azul eléctrico. En cambio tu solideo de raso, que no sé de dónde sacaste, tiene el perfume de las cremas que comprabas para domesticar el enjambre de tu pelo.
Y del echarpe de lana de oveja, ¿qué decirte?, si me hundo en él me derrito. 

Está subrayado el libro de Proust, por vos me parece.
"Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo."

La bañera con garras en las patas, el espejo con reflejos de óxido y los azulejos rajados forman mi escenario ideal para soñar. El ámbito en el que asumo papeles según mis deseos. Al principio las historias eran terroríficas. El rememorar dolía pero sanaba, pero ya no lo necesito, ahora voy hacia lo único que vale la pena, el amor. Real o fantaseado, Presente o ausente.

Nuestros huesos –dijimos siempre– irían al fuego. Quiero encontrarlos.
¿Qué les costaría a ellos, decir dónde los tiraron?

Te sigo buscando, pero me hago mayor. Y me cuesta cada vez más subir y bajar de los colectivos, que a veces arrancan antes de que yo haya puesto los dos pies en el suelo. Ando con una muleta. Y no me da el sueldo para ir a todos lados en taxi, a buscarte en tantas oficinas, cuarteles, juzgados y cementerios. Solo sigo yendo a verlas a ellas, las de los pañuelos blancos. Mis amores. 

Al principio tuve frío en esta casa. El frío era la pena. Se esfumó cuando te sentí llegar. 

Creo que apareciste para cuidarme, porque como todos, desconfiabas de este barrio de facinerosos. Sin embargo, no pasa nada.

No sé si fuiste vos el que me inspiró para hacer algo tan ajeno a mis costumbres como meterme en el cabaret de la calle Soldado de Malvinas, aquella noche en la que me pesaba tanto la soledad. 

Traspasé los cortinones de terciopelo de color sangre y aparecí en un mundo-útero de espejos y taburetes, de barra y luces de colores. Pedí un cubata y las chicas se acercaron. Tuve una epifanía y les conté todo lo que nos había pasado, no en plan drama sino como si estuviera en un teatro psicoanalítico de asociación libre.
Bebí mucho. No me dejaron pagar. Me adoptaron y desde entonces me protegen. Si llego muy tarde, les aviso y salen a buscarme a la parada. 

No sé cuánto sabés.
No sé. 

"Es como un puro presente que se manifiesta o no en este presente", dixit Cortázar.

No sé si estás cuando no te veo. 

Si te sigo la corriente, adquirís la levísima sustancia plateada de la vida, sos una mancha gris de contornos imprecisos y a veces te descomponés en mil pedazos.

María Casares se sentaba en un banco frente al río, en su casa de las afueras de París, tras la muerte de Albert Camus, su gran amor, cada día, durante horas.

Es sábado. Traje velas e incienso al baño, y el perchero con tu Panamá porque me recuerda un verano de arenas finísimas en Villa Gesell, vos tan lindo y yo tan joven. Me gusta el chapoteo en la bañera. Suena en la radio el Indio Solari, creo que es él. No llegaste a conocer esta canción. Ni a Los Redondos. Escuchá. 

"La noche te rompe la copa,
vendiendo ilusiones

Dejándote retazos de sueños
por los rincones
Y te llevaste en andas
al ángel de los perdedores".


A veces dudo que esto me esté pasando. Hace años hubiera dicho que era imposible. Pero mirá che las sorpresas que tiene la vida haciéndote aparecer en lo peor de mi desesperanza.

"Grande es el dios de los fugitivos", escribió Viktor Shklovski.

El mapa es de papel estucado. Lo pegué con cinta scotch al parquet, cerca del ventilador. La gata se echó encima y cubrió barrios enteros con su cuerpo de leona. Pero no señaló nada en especial. ¿Y si no están tus huesos en Buenos Aires? Me entristece. Lo voy a guardar en el garaje, al mapa.
A Digui Digui le pongo el vals del gato. Y te espero. 






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