Vicente Aparicio (Foto: Igor un. Andreev)
¿Y Ahora qué? ¿Qué soy yo así, a solas, quieto? ¿Tenía sentido continuar? ¿Por cuánto tiempo? ¿Algo va a ser distinto ahora? ¿No será esta inacción una huida hacia un peligro más abstracto y sombrío? ¿Cuántas ganas tengo de echarme a andar? ¿A qué se debe este cansancio? ¿Cómo debe de sentirse ella? ¿No es esa una pregunta hipócrita, un fingimiento? ¿Por qué esta sensación de culpa? ¿Tendría que pedir perdón? ¿Es justo haber permanecido tanto tiempo encerrado? ¿No es triste haber escapado solo porque, de pronto, la puerta estaba abierta? ¿Escapar para a continuación volver a detenerse? ¿Tenemos la libertad de elegir? ¿Soy capaz de hacerlo yo? ¿Soy capaz de ser yo mismo? ¿En qué me parezco a quien yo era antes? ¿Cómo he conquistado todas mis renuncias? ¿Con qué trucos he consolidado mi ceguera? ¿Cuántas veces ha asomado la verdad, tímidamente, en el fondo del vaso? ¿Cómo se reconoce su presencia? ¿Porque es repentina, huidiza, fugaz? ¿Solo mi verdad es así? ¿Y la suya? ¿Se parece en algo el fondo de nuestros vasos? ¿Es nuestro álbum de fotos el mismo? ¿Qué piensan mis hijos? ¿Por qué no lo sé? ¿Qué importa en realidad? ¿Quién hay más desconocido que los que están más cerca? ¿Uno mismo? ¿Cuántas veces he pisado el freno? ¿Cuántas he querido acelerar y no lo he hecho? ¿Cúántas veces me he dado cuenta? ¿Cuántos motivos de alegría he identificado mientras se producían, sin nostalgia? ¿Qué opinaría un médico? ¿Qué dirían sus libros, sus años de experiencia? ¿Y mi madre, qué pensaría? ¿Serviría de algo volver a empezar? ¿Dónde se aprende a hackear el código? ¿Pone algo en Internet sobre mí, sobre quién soy? ¿Y ahora qué? ¿Salir y volver a entrar? ¿En qué punto?
