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No iban a decir nada y dijeron todo (MS)

Mónica Sabbatiello
Betty: ¡Qué habría hecho sin tu ayuda! Treinta cajas, dos baúles, cinco maletas.
Ana: ¿Cerraste el gas?
Betty: Todavía no.
Ana: ¿Nos tomamos un café antes de irnos?
Ana: No, ya no te cuido. Eres capaz de cualquier cosa. Valiente y decidida.
Betty: En esa caja, ahí guardé el café y la cafetera que me trajo Mario.
Ana: ¿Qué me dices? ¿Mario?
Betty: Sí, me la trajo de Nápoles. ¿De verdad lo olvidaste? No hace tanto.
Ana: Me parece que no me lo dijiste.
Betty: Que sí, Ana, ¿por qué no te lo iba a decir?
Ana: Tú sabrás.
Betty: Ahora te has vuelto susceptible, anda, fíjate si hay sacarina en la caja.
Ana: Qué asco, sacarina. ¿Te traías algo más con Mario?
Betty: Hay azúcar en ese frasco. ¿Algo más? ¿Qué?
Ana: Más que la amistad, que lo obvio. No sé, si me lo quieres contar. Ya no estoy con él.
Betty: ¿De verdad que no te importa?
Ana: No, para nada. ¿Y a ti Juan te importa? Pobre. Lo dejaste hecho polvo.
Betty: ¿Piensas que ese desgraciado es “pobre Juan”? ¡No me jodas!
Ana: No es mal tipo.
Betty: Lo dices porque te bailaba el agua, pero es un ser débil, un eunuco sin pasión.
Ana: ¿Hay alguna galleta? ¿Bailarme el agua? Hablas así de puro cansada.
Betty: Y sí, cuando estoy extenuada habla el inconsciente. El alma.
Ana: Lo que te sale no es el alma, es la imaginación que te desborda. Fantaseabas tus celos con Juan para darle marcha a tanto muermo. Lo volvías interesante.
Betty: Bah, ni así.
Ana: ¿Y con Mario, qué?
Betty: ¿Qué, qué?
Ana: ¿Te regaló algo más que yo no sepa?
Betty: Sí, tus braguitas negras, le daba morbo que me las pusiera.
Ana: Me estás vacilando.
Betty: ¿Y qué quieres?, tengo que alimentar tus sospechas.
Ana: Hace rato que me he desenganchado de los hombres, ya sabes. Y hay algo más.
Betty: ¿Qué?
Ana: Esa chica de la oficina, la nórdica.
Betty: ¿Qué pasa con la nórdica?
Ana: Jugamos.
Betty: ¿Y te gusta eso?
Ana: Lo que llamas eso es amor, o por lo menos, afecto. Algo familiar, como estar sola y bien acompañada.
Betty: ¿Hace mucho?
Ana: Con Úrsula, así se llama, un par de meses. Pero antes fue Estrella, no la conoces.
Betty: ¿Y por qué nunca me lo dijiste?
Ana: No lo sé.
Betty: ¿Mario lo sabe?
Ana: Sí, y dice que lo pone. Es otro cero para mí. Los hombres tiene eso, todo es sexo para ellos.
Betty: ¿Y para las mujeres? ¿No es todo sexo? No Quiero Decir todo, pero sí el eje. Es el eje de mis deseos, allá en el fondo. Una forma ciega que me mueve. Si pierdo eso, me vuelvo una acelga. No existo.
Ana: ¿Cómo que no? ¿Y cuando estabas en la cuna?, aunque no sé que quiero decir con esto de la cuna. ¿Y en tus retiros espirituales? ¿Y cuando seas muy vieja?
Betty: En la cuna traía el sexo de mis padres como impulso. En el retiro, me insuflaba de éxtasis orgásmico. Y a vieja no voy a llegar. Y si llego seré una vieja cachonda. Ya veremos. Siempre está el sexo.
Ana: Uy, que tarde
Betty: Sí, vamos. ¿No te preocupa Mario, entonces? ¿Está libre, libre?
Ana: Por mí.
Betty: Genial.


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