Texto e imagen: Mónica Sabbatiello
Por suerte me aceptaron. Hombres y mujeres que danzan.
Por suerte me aceptaron. Hombres y mujeres que danzan.
Partimos con luna nueva, brisa tibia y mar sereno
Sus ojos, como brasas, arrastran mi psiquis Hacia los enigmas.
Hacia la visión ciega.
Me Dejo llevar por el vaivén, la oscuridad, la canción repetitiva.
Pierdo los perfiles de la costa.
Su canto monótono me abre el pecho. Mi corazón se acompasa.
Giramos. Cada vuelta más de prisa. Las cabezas se inclinan.
Centrada, dejo de ser el centro.
La fuerza centrífuga me esparce los nervios, el sentido de mi nombre y mi esencia. Voy Hacia el polvo. Hacia la noche sin estrellas.
Apuran el giro y el canto.
Oigo un tambor y es mi corazón.
A medida que pierdo la piel, me expando. Y a la vez voy hacia dentro y me concentro.
No tengo miedo. La luz oscura me calma.
Toques leves de sus faldas, como alas de insectos.
Girar y oír. Chorros por las venas.
La música sube y baja. Suena una flauta.
Mis lágrimas tratan de escapar y empapan mis orejas.
Doy vueltas a lo tonto, feliz como una niña.
Entonan repeticiones. Los imito y me golpeo el pecho para despertarlo.
Al fin recibo el toque de lo abstracto, lo inmaterial luminoso me colma.
Droga del alma. Éxtasis. Néctar.
Caigo rendida.
Noche de hechizo.