Vicente Aparicio Bádenas
Hace tiempo que me falla la memoria. No me acuerdo, por ejemplo, de qué Libro era. La portada sí, la portada era azul con unas figuras geométricas.
En la primera página, esa que siempre está en blanco, Laura había pegado una etiqueta con su nombre y una fecha que, por supuesto, no recuerdo. Cada vez que abría el libro, ¡toma Laura!
Cuando debía de ir casi por la mitad tuve la necesidad de quitarme de encima aquella molesta etiqueta. Intenté despegarla con la uña. No era tan sencillo. Lo único que conseguí fue romperle una esquina. Y una sensación pegajosa en la yema de los dedos.
A Laura le gustaba ponerles etiquetas a las cosas. De mí, por ejemplo, decía que era ‘una pareja de transición’. No se equivocaba, desde luego, pero vaya manera más fea de hablar de una persona, ¿no?. Fui una breve conexión entre dos Pepes. Un par de… He olvidado sus apellidos -que me los sabía-.
Un tiempo después, yo andaba en el Filo de la navaja y tuve que salir casi que por patas de la ciudad a causa de un asunto. Al desembalar una de las cajas que me envió un colega apareció el libro azul.
Es fácil adivinar qué fue lo primero que me vino a la cabeza. Después pensé que en su día no había terminado de leerlo. O eso me parecía. Hay libros que se quedan por ahí, aparcados en mitad del camino. Pero yo ya no podía ni conducir.
Es muy duro estar en el filo de la navaja y empezar de nuevo en otra ciudad y no poder deshacerse de las malditas etiquetas. Todavía estaba pringosa.
No se me olvida tu nombre, Laura, no, no se me olvida. ¿Estás contenta?