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Castiel el Dhampiro, Cecilia de Blas






SINOPSIS 

Primera regla: Mantenerse alejado de la luz.
Segunda regla: No confiar en los vampiros y huir de los humanos.
Tercera regla: Ser frío como el hielo y jamás enamorarse.

"Los vampiros te destrozarán el corazón, los humanos el alma".

Bakewell, Londres: nace un niño en la mansión de la Señora Elona; matrona, enfermera e hija de la Madre Natura. Pero no es un chico normal. Él es un Dhampiro. 

Años más tarde conoce a una dulce y bella muchacha de la que se enamora. Una joven bailarina qué huye de un destino cruel. Una profecía. Una maldición. 

Su objetivo: Enamorarla, salvarla y buscar la felicidad. 
Un viaje épico desde Londres hasta la selva Lacandona.




Brillante y oscuro como una obsidiana. Esta sería la frase que resume a Castiel, el Dhampiro: una novela corta de corte gótico de Cecilia de Blas, una pequeña joya encontrada en el mar de la literatura independiente.

La obsidiana es una piedra negra como el alma que se les supone a los vampiros, atrapados siempre en esa aura entre la niebla y la muerte. Pero Castiel, nuestro protagonista, no es un vampiro normal, sino un Dhampiro, hijo de mujer y vampiro, por lo que en su interior conserva trazos de humanidad que le harán sufrir. Como la obsidiana, que otorga luz al alma quien la posee, su espíritu mortal iluminará a los que le rodean de un modo peculiar y extraño, conmovedor a menudo.

Narrado en primera persona, con estilo directo y telegráfico, poético y evocador, no pierde el aire melancólico durante toda la trama, Castiel nos muestra sus desventuras desde que nace en Bakewell, Londres, en la casa de la señora Elona. Allí estará protegido hasta que decide salir al mundo y conoce el amor, uno de los peligros de los que nadie está a salvo. Y será el amor y la bella Nicteel quien le perderá, arrastrándole a otro mundo allende los mares. 

En este punto la historia da un giro y nos lleva a la selva Lacandona de Chiapas, que traerá nuevas desventuras a su alma desolada, pues no en vano es llamada también Desierto de la Soledad, como un presagio, como una profecía, pues ¿acaso no es el sino de un dhampiro sufrir la soledad si ha roto las reglas?

Si un día visitas Bakewell y entras en su cantina, quizás encuentres a un tipo extraño, de aspecto lánguido y con aire de Casanova que contempla el baile de una exótica muchacha. Entra y no temas. Como Castiel no teme a la muerte, ni tampoco al infierno.

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Yo soy el Tenebroso, -el viudo-, el Sin Consuelo,
Principe de Aquitania de la Torre abolida:
Mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
lleva en sí el negro sol de la Melancolía.


Gérard de Nerval


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