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Desbalance de oportunidades

¿Por qué la balanza del desarrollo se inclina injustamente hacia la capital y pasa por alto el subdesarrollo de Nuestro interior? ¿Son menos ciudadanos-me pregunto yo- los que allí nacen, viven o residen? ¿Por qué los pies descalzos y los vientres abultados en los niños de muchas de nuestras campiñas? ¿Por qué esa falta de acceso a la salud, a los medicamentos, a un trabajo digno en esos sitios olvidados de la patria? Estas y otras interrogantes me llegan sin respuesta y sin justificación alguna. Algunos dirán que la falta de desarrollo integral del país debe aceptarse con la resignación del perezoso que no lucha contra la existencia y que lo acepta todo como parte del destino. Tienen derecho a pensar así, pero no a arrastrar al resto hacia esos abismos de resignación que viven. Nuestro país no puede seguir desarrollándose de esa manera. Como en un cuerpo, las manos necesitan la cabeza, y la cabeza necesita de las manos; ese básico principio parece ser obviado en todo plan de desarrollo nacional, si es que en realidad ha habido alguno en realidad. Estoy completamente en contra de las intervenciones del Estado en la iniciativa comercial privada para el desarrollo, pero se debe trabajar en su conjunto para que los generadores naturales del empleo tengan suficientes incentivos para establecerse en las provincias. Una de esas claras motivaciones para dar inicio a estos emprendimientos del comercio y de la industria es el incentivo fiscal que promueve actividades en ciertas áreas específicas de la nación. Tal vez, iniciar ciertos programas de generación de empleo mediante exclusiones regionales de la rigidez del Código Laboral, para trabajos cortos y estacionales, podría paliar la informalidad rampante, por ejemplo. Tal vez podríamos iniciar programas especiales de educación en los lugares más inaccesibles del país, para que sea el aula la que llegue a los hogares, por medios electrónicos, evitando así que sean los estudiantes los que deban desplazarse hasta las aulas, con peligro a veces de sus propias vidas. Como parte del desarrollo del turismo nacional, se podrían crear mercados comunales más pequeños, dispersos a lo largo y ancho de Nuestro Interior, para evitar el encarecimiento agiotista de los alimentos y para motivar, a la vez, a los turistas nacionales e internacionales a hacer una visita corta hasta esos sitios, para consumir productos que son autóctonos de cada región. Es un pecado y una falta de responsabilidad ciudadana y estatal, permitir el aislamiento de las poblaciones de nuestro interior, privándolas de todo aquello que las motivaría a progresar, con juventudes obligadas a migrar hacia una capital que, tarde o temprano, entrará en un proceso irreversible de colapso por la sobrepoblación, la miseria y la mala distribución de las riquezas. Pero, curiosamente, es el propio sistema político que fomenta las congregaciones de la población en polos accesibles para que, en tiempos de elecciones, se facilite la pesca abundante de esos mismos votos que, irónicamente, se convierten en los mismos cómplices y en la causa primordial del subdesarrollo. ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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