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No juguemos a ser Dios

No juguemos a Ser Dios, porque somos simples mortales que en el auge de nuestro resplandor caemos en oscuridad como la luciérnaga que es aplastada y tragada por una voraz rana. Y esa es la muerte que acaba con todos nuestros sueños delirantes de grandeza. No juguemos a ser Dios ocupando su lugar y señalándole que no supo crear el mundo, porque eso de ser hombre o mujer es una simple creación cultural y podemos cambiar el diseño creando toda aberrante forma de comportamiento antinatural. Decirle al que creó el universo entero con más de un billón de galaxias y en cada una de ellas más de cien mil millones de estrellas, y que se mueven extendiéndose el universo en perfecta armonía que no sabe él ser Dios, implica una osadía de ignorancia supina. Decirle a Dios que no sabe serlo, cuando creó al ser humano con un cuerpo perfecto de huesos y músculos, de órganos que funcionan coordinadamente, de cien mil millones de neuronas cerebrales, y de cuarenta billones de células microscópicas que componen todo el cuerpo y que son en cada ser humano como un pequeño universo, eso es ser extremadamente ignorante. No juguemos a ser Dios cuando a duras penas escalamos un trocito del cielo y pusimos pie en la luna, quedando por recorrer todo el sistema solar, que gira alrededor de una estrella de una galaxia que contiene 200 mil millones de ellas, y que a su vez es una de un billón de galaxias. No juguemos a ser Dios cuando gracias a él la naturaleza siempre viva, sigue manifestándose en sus montañas y ríos, mares y mesetas, pastos y flores, animales de muchas especies, aire y sol, nevadas y lluvias, y en el ser humano, hecho a su imagen y semejanza. ¿Y qué será entonces el alma? ¿Y qué son los pensamientos, las emociones, los sentimientos? ¿Y qué será el amor, la fuerza espiritual que mueve al ser humano a realizar las obras más grandes y heroicas? Todo esto viene de Dios. No juguemos a ser Dios creyéndonos dueños de la vida y de la muerte y matemos a millones de criaturas en el seno de sus madres, porque eso es un genocidio terrible y diabólico. Solo Dios es dueño de la vida y el la da y la quita. Y además creyéndonos Dios matemos al anciano o enfermo terminal porque ya decidió suicidarse con la ley de la eutanasia. Aceptemos nuestra condición de creaturas, de seres humanos que dependemos totalmente de Dios para ser y existir. Aceptemos con humildad que es él quien tiene todo el poder y la gloria, que es eterno, infinitamente sabio y misericordioso, y que sin él nada existiría. ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube! v



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