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¡Qué lástima!

¡Qué lástima! vivir en un tiempo que dictamina que todas las cosas buenas van desapareciendo paulatinamente y sólo prevalecen las que arrastran a las personas a la superficialidad y a la indiferencia. ¿Dónde está? el respeto a la dignidad humana que parece no existir, la práctica de los valores solo se menciona para llenar fascículos y rellenar pilastras coloridas, que brinden vistosidad y una publicidad que está muy lejos de la realidad que vivimos. Una realidad donde nuestros jóvenes se han convertido en "analfabetas funcionales", porque a pesar de saber leer y escribir, cualquier necio con estólidas pretensiones los manipula y les conmina a hacer cosas que los destruyen, ridiculizan y atentan contra su mera existencia. Dramática situación es, la falta de sentido común y de raciocinio que no les permite comprender que no pueden obtener un beneficio, Sino por el contrario una degradación a su condición de seres pensantes. ¡Qué lástima! que se tenga confianza en un sistema donde algunos padres piensan que la educación total de Sus Hijos depende de los docentes en una escuela y se atrevan a decirte que no saben ¿Qué hacer con sus hijos? cuando se solicita su apoyo y autoridad frente a las diversas situaciones que se presentan. Definitivamente que ellos merecen nuestra conmiseración cuando expresan su incapacidad y prefieren abandonarlos a su suerte; ya que esto les resulta más fácil que admitir que existe un problema y que se necesita ayuda inmediata. Se desborda como un río la pregunta de si ¿has olvidado que ellos no pidieron nacer?, sino que fuiste tú él o la que eligió traerlos a este mundo. ¡Qué lamentable! cuando te ves orillado a tomar la decisión de sacrificar a un individuo por el bien de otros, aun sabiendo que no es la mejor decisión, pero sí la que se acerca más a la tranquilidad y convivencia pacífica del grupo. ¡Qué la vida se encargue! Se suele decir para acallar la conciencia intranquila por las malas decisiones tomadas. En el fondo de tu alma, te preguntas ¿realmente hice todo lo posible o solo pensé en eliminar un problema que afecta mi sosiego diario. ¡Qué añoranza! La de encontrar papelitos donde se escribían inocentes declaraciones de amor juvenil, (ayer pasé por tu casa y me tiraste una flor, yo la recogí, creyendo que era tu amor querido ¡ja jajá!) Amores platónicos que llenaban tu ilusión y te colmaban de felicidad. Ahora si tienes la mala suerte de interceptar un manuscrito, te encuentras con mensajes explícitos de experiencias sexuales de jovencitas que, aun teniendo cuerpos de mujeres, siguen siendo niñas en cuanto a su desarrollo mental y su madurez. Peor aún es ver a las madres de esas chicas sin el sentido necesario para protegerlas de los depredadores que andan al acecho y se aprovechan no solo de sus cuerpos, sino de su esencia misma. Niños que tienen todo lo que quieren y más, pero aun así roban para experimentar la adrenalina de la emoción de hacer algo prohibido y censurado o para presumir a otros de un dinero que no es suyo, pero que gastan a manos llenas ¿Dónde están esas madres que regañaban a sus hijos por llevar objetos ajenos a casa? ¿Dónde están las madres que, a falta de un padre, buscaban apoyo en la iglesia, policía, bomberos o cualquier entidad que representara autoridad y la posibilidad de salvar a sus hijos de la cárcel o la muerte?¿Es esto identidad o permisividad?Según el diccionario de la RAEIdentidad: conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma…Permisividad: tolerancia excesiva. ¿En qué momento nos volvimos tan individualistas y olvidamos la conciencia colectiva? Cuando me refiero a esto no lo hago pensando en el qué dirán, sino que me remito a la posibilidad de saber y estar conscientes de que cada acto en la vida tiene consecuencias buenas o malas que repercuten no sólo en ti, sino en los que amas. Parafraseando las sabias palabras escritas en la Sagrada Biblia, “Dios nos hizo a su imagen y semejanza para que compartiéramos con los peces en el mar, las aves en el cielo y las bestias que se mueven sobre la tierra; multiplicándonos no destruyéndonos ni destruyendo lo que a la “Madre tierra, Gaia, Pachamama, Ishtar, Inanna, Mapu, Ixchel, Tiamet, Maka Ina, Nuna y todo nombre que reciba en las diversas culturas existentes e inexistentes de la tierra. Fuimos hechos de la tierra para poder sincronizarnos con nuestro entorno ¿En qué circunstancias recibimos el don de la destrucción y nos incluimos en el proceso de aniquilarnos desde la simiente misma de nuestra especie? ¿Por qué nos olvidamos que la semilla de preservación de la raza humana son los niños? ¿Cuándo dejamos de sentir que la juventud es un divino tesoro? como decía Rubén Darío.Como es posible que no recordemos las acotaciones filosóficas de John Locke cuando aseguraba que los niños son como “tabulas rasas” que a través de nuestras experiencias ellos crean las suyas.Me aferro a creer que como en la caja abierta de Pandora prevaleció la esperanza para la humanidad, de igual forma esa luz titilante poco a poco cobrará tanta fuerza que logrará encender ese espíritu de remembranza que nos avoque a que somos la gran familia de la humanidad y que tenemos un deber no solo con nosotros, sino con los demás; porque como dice Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. En lo más profundo de mi corazón, aun sabiendo que es un músculo carnoso que bombea la sangre, deseo que los buenos sentimientos de las personas resurjan y podamos brindarnos una segunda oportunidad para hacerle frente a esta sin razón de circunstancias que hacen peligrar el sentido común y nos avoca a futuro terrible e impreciso.   ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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