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La esencia del viajar

Mientras arqueólogos españoles develan el histórico puerto de Palos, por siglos abandonado, donde zarparon las tres carabelas de Colón el 3 de agosto de 1492, utilizamos Aquel espejo para subrayar las virtudes de nuestros ancestros en momentos que nuestros "turistologos" de robusto parloteo y menguada acción nos matizan un cuadro donde resalta el arco iris de su farsa. Hará una década la víspera, nos encausamos en fehaciente caminata turística con motivo de la celebración de los 500 años del descubrimiento del mar de Sur, liderando desde la presidencia de la comisión de turismo de APEDE, una expedición para escalar el cerro Pechito Parao, en la darienita serranía del Majé desde cuya cima Balboa divisa el cristalino inmenso Pacífico aquel 25 de septiembre de 1513, sitio que bautiza como golfo de San Miguel. Intensa cháchara precedió nuestra excursión. Curioseamos cuantos ministros de turismo, lideres del empeño o simples panameñitos vida mía han duplicado aquella andanza, cuando percibimos el vigoroso entusiasmo desvanecer al abordar el sondeo de voluntarios, así evidenciando la falta de cariño hacia una vivencia que bien debiese ser uno de nuestros mayores atractivos turísticos. Aquel puñado de ejecutivos, resaltando las féminas, que si fuimos, ojeamos la historia, porque Palos fue una génesis pero Pechito Parao es el faro que iluminó el genuino florecimiento del comercio global. Desaprovechar aquel sitio, complementado por el intenso verdor que distingue Nuestro Darién en momentos que el cambio climático, producto de nuestra ignorancia colectiva, destruye la esencia de nuestro porvenir y la elemental existencia del homo Sapiens, resulta una bofetada a la inteligencia de todos nuestros conciudadanos y vulgar subutilización de un turismo que resalta el cruce más no la ebullición de la fidedigna Alka Seltzer de nuestro istmo. Aplicando aquel señuelo, en 97 días emprendemos una odisea de 3 semanas a bordo del ciclópeo crucero Encore, el mayor de Norwegian Cruise Line, dotado de 20 cubiertas, 2,043 camarotes con capacidad para 4,266 pasajeros y 1,731 tripulantes, despuntando desde la ciudad de Seattle, besando la frontera de la costa occidental canadiense, donde se divisa el monte Rainier con una altura de 14,410 pies, el pico más elevado de Estados Unidos continental, sede de Amazon, Microsoft, Boeing y Starbucks, siendo nuestro mayor anhelo el cruce de las nuevas esclusas del canal de Panamá, desembarcando en Miami. Nos sorprenden las brujas de Halloween en la ciudad de San Francisco, California, aledaña a los insignes viñedos del valle de Napa, anclando en Fisherman's Wharf, donde visitaremos la isla penal de Alcatraz, resaltando el pandillero Al Capone como su más renombrado prisionero contando con tiempo de sobra para empinar las colinas de la urbe a bordo de sus célebres tranvías. Desde allí, el día de los Muertos nos acoge en Los Ángeles donde su calle principal, Figueroa Street, adopta su nombre del general José Figueroa, gobernador de Alta California quien en 1835 supervisó la secularización de sus misiones. Nuestra visita culmina con un paseo por Beverly Hills y las excelsas mansiones de los artistas de Hollywood. En México lindo y querido nos ampara un particular puñado de playas del Pacífico, iniciando en el árido Cabo San Lucas donde abrimos brecha sobre lomos de camellos en un genuino paseo de playa. Acto seguido por los cristalinos estuarios de Mazatlán, Puerto Vallarta, Acapulco y sus clavadistas. No dejara de sorprendernos la cálida y bien plasmada hospitalidad azteca, que a creces debemos emular en el istmo. Puerto Quetzal nos sirve de atracadero para una visita a la histórica Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, bautizada en 1542, mejor conocida como Antigua. Desde allí tras dos días en la mar, al finalizar la segunda jornada divisamos los edificios que enaltecen la bahía de Panamá en su capital, la tercera colección más numerosa de rascacielos en el continente, detrás de Nueva York y Chicago, donde posterior a estupenda jornada emprendemos el cruce hacia el Caribe sobre las nuevas esclusas de Cocolí y Agua Clara, sirviendo su fogueo como el hito de nuestra travesía. Nos recibe Colombia en su majestuoso Distrito Turístico y Cultural de Cartagena de Indias, algo símil a nuestro Casco Antiguo, pero con la ausencia de disparatados despachos públicos y con una pundonorosa estirpe que bien debiésemos reproducir, restaurando, señalaría, su augusto tranvía de la primera mitad del siglo XX, como método de transporte en un área enteramente peatonal. Cruzando el Caribe con escala en Gran Caimán y sus extensas playas de arena blanca, donde pasaremos revista a su poblado de Hell (infierno) para despachar unas postales antepuestas al desembarque en Miami, esta odisea de 21 noches apuntala la esencia del viajar, recorriendo diversas geografías, preñando el pensamiento con noveles ideas y estampando el corazón con inolvidables recuerdos. ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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