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Las pequeñas jaurías

Las Pequeñas Jaurías

Los antropólogos no tienen que adentrarse en la espesura de las junglas de Amazonas o Sumatra para entender los hábitos del hombre primitivo, porque en cada escuela que hay en este mundo, podemos ver claros indicios de Conducta atávica y primaria. Y se da precisamente por medio del Hostigamiento recurrente que muchos niños sufren; irónicamente, llegan a santuarios de la educación, para caer en fosas del averno del hostigamiento, y terminan siendo víctimas de esas jaurías de muchachos que, al actuar, lo hacen inconscientemente, por arrastre del ancestro primitivo que, en estos días modernos, llevamos todavía como una sombra en nuestros actos de violencia. Esas pequeñas jaurías, similares a las que congregan los instintos del depredador, se juntan para así identificar debilidades excluyentes en los otros individuos, y hacerlos luego objeto colectivo del hostigamiento consistente. Por eso, en estos casos, los victimarios son siempre plurales en su actividad. Allí, en ese tipo de conducta colectiva, donde se diluye finamente la individualidad pensante, radica precisamente ese peligro del hostigamiento. En el grupo congregado, se despoja el individuo de su capacidad de razonar, de su sentir de la empatía, de su compasión humana, y surge, de los más profundo de su ser, la bestialidad encerrada y enjaulada que el sistema está llamado a controlar. Es importante que las instituciones escolares identifiquen prontamente ese tipo de conducta, a la que se ve atraído el niño por la necesidad de pertenencia al grupo; pero es más importante que, desde el hogar, se instile en ese niño, sobre todo, la importancia de pensar, de razonar y de entender su entorno, para que no se pierda en la manada, para que no quede diluido en la jauría, que se mueve en su violencia de cardumen y dispersa culpas entre el grupo. No se pueden tolerar esas conductas, y entra entonces la necesidad reguladora que impone gobernar al hombre en toda instancia donde no se sepa gobernar, para evitar un mal mayor. Vemos en los jóvenes aislados, víctimas de esa conducta primitiva del hostigamiento, que se llegan a hacer daño, incluso daño irreversible muchas veces. Cuando un niño muestra las señales de ser víctima de hostigamiento, se debe de inmediato triangular la alarma de asistencia en el hogar, en las escuelas y en las autoridades, porque podría desencadenar en consecuencias lamentables para toda la sociedad. Todos hemos fracasado, al fin, cuando un adolescente, arrastrado por el sufrimiento de ser víctima de acoso en las escuelas, termina suicidándose. No es viable, entonces, por más aislados que estos casos puedan parecer, que el sistema en su conjunto haga simplemente caso omiso y deje que este tipo de conducta cavernaria prevalezca en sociedad. Inclusive en el deporte juvenil se tiende a reflejar la realidad de los ataques de los fuertes a los débiles, con el contubernio de los entrenadores, que no hacen nada por ese honor absurdo a un supuesto "espíritu de competencia"; pero la verdad es que pierde mucho más la colectividad por los trofeos que se ganan en forma individual por la violencia de este tipo. Atendamos, prontamente, como sociedad, el problema de violencia de jauría primaria en las escuelas, porque terminará escalando siempre, de alguna forma u otra, hacia secuelas lamentables que pudieron evitarse. Especialmente en el hogar, debemos mantenernos vigilantes porque, sin saberlo, podríamos se los padres de las víctimas o victimarios. Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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