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¡A mano armada!

¡A Mano Armada!

Desde un comienzo, la desobediencia civil es la que ha impulsado los grandes progresos de la humanidad. Puede que digamos desobediencia cuando es de menester obedecer, pero en los casos que nos atañe es más apropiado referirse a una revolución como levantamiento popular, cuando es menester obedecer es porque el sistema funciona con la obediencia civil y que por tanto, la desobediencia civil es antirrevolucionaria porque el sistema está funcionando. La desobediencia civil solo es posible si el sistema no está funcionando. En una sociedad como la colombiana, en que el estado es formalista y clientelista —¡barato clientelismo! ¡Más grave es su formalismo—, en una sociedad como la nuestra, los grandes cambios solo son posible con una revolución a mano armada! Veamos un ejemplo de formalismo, así que imaginamos que un pueblo se está incendiando, el alcalde llama una reunión extraordinaria, la extraordinaria reunión concluye que hay que apagar el incendio, pero una autoridad competente debe autorizar el accionar del cuerpo bomberos. Cuando el primer bombero en acudir a la emergencia va a arrojar el primer balde de agua, todo el pueblo ya ha sido consumido por el incendio. Por tanto, el formalismo es obstruir la reacción inmediata en protocolos innecesarios o cuanto menos, pretendidamente "constitucionales", en estos días el formalismo es un yugo sobre el colombiano. Un congreso desprestigiado, un harapo de banda presidencial, lleva a una conclusión aún más problemática: El gobierno colombiano no existe. Porque el gobierno colombiano no está funcionando, y un gobierno existe si funciona. Presidentes de pacotilla y políticos de parapeto. Colombia necesita un cambio estructural, y los cambios estructurales solo son posible a Mano Armada o en levantamientos populares. Pero todo esto me somete a un pesimismo decadente, cuando recuerdo esa frase tan cierta de que cada pueblo tiene el gobernante que se merece. Es decadente ser Colombiano, pues en vano harás activismo desde el debate, si quieres un cambio estructural debes hacerlo a mano armada, y eso implica el derramamiento de sangre. Pero sin duda, ea, es la gran cosa ser colombiano si quieres atragantarte de mariposas amarillas mientras a tu alrededor hay dinosaurios. Sin embargo, el que el mal a otro hace, el mal que a él se haga moraliza. Eso es lo que quiere decir la ley del talión. Y la sanguijuela política que a costa de palanca e influencia mama de la vaca soberana, moraliza el mal que se le haga, en cuanto busco privilegios personales a costa de la opresión de los demás. Cada hombre busca su propio bien, pero a veces la manera en que lo busca es de lo más reprensible. Ahora bien, ¿Qué puedo hacer yo si soy solamente ciudadano común?—le escucho preguntarme—, Debes ser un campeón gris. Tu semilla revolucionaria aunque a posta no te reconozca la masa inconstante, eleva tu moral y tu espíritu; Deja la idiotez a la masa inconstante que cuando dicen no después dicen si, deja a esa masa abominable los politiqueros que la exploten; Pero tú sé un campeón gris empezando la revolución en ti mismo, sé un campeón gris, manteniendo tus valores asidos de la raíz y que por más que tiren de ti, mantente asido a la raíz, firmeza que es causa de toda buena sociedad y civilización. No permitas que tus valores se adapten a caprichos globalistas de una potencia desmoralizada que ejerce su imperialismo en sus vecinos más pobres, y que corre cuando debe defender la democracia en países bien armados. Lejos estoy yo de ser un demócrata, pero es lo mejor que hay, y lo que yo pienso está varios peldaños adelantado del tiempo para que sea posible. Vale, lector, no tengo más espacio para seguir hablando contigo y quizá ni siquiera me publican —Cordial saludo. ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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