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Tocqueville, Schumpeter y Han Charlan sobre la democracia americana

La actual coyuntura geopolítica mundial revive la búsqueda de sentido para nuestro sistema de convivencia social y política que llamamos Democracia. Contrario a lo planteado a inicios de los años noventa, los teóricos del liberalismo neoconservador, como Francis Fukuyama, es hoy muy claro que no llegamos, ni por asomo, al "Fin de la Historia", consagrando a la democracia liberal y al capitalismo "a la americana" como la formas finales y perfectas de la evolución societal. (Uso aquí "americana" para referirme a los EEUU según pusieron de moda los propios estadounidenses y copiaron los países europeos en su lenguaje colonial decimonónico.) Bajo la Administración del tristemente recordado George Bush, padre, con la caída del Muro de Berlín y las expresiones de la unipolaridad global demostrada con la invasiones de Grenada (1983) y Panamá (1989) a las que seguirían las victorias sangrientas en Irán, contra Hussein, y Libia, contra Gadafi, las leyendas edulcoradas del Bien venciendo al Mal (Hussein, 2006; Gadaffi, 2011; Bin Laden, 2011), parecían demostrar que el orden era uno y estaba bien cimentado. Busch le podía espetar al Kremlin: "Hemos prevalecido", y Victoria Nuland podía afirmar sin rubor a sus aliados: "Fuck the European Union!" (The Guardian, 2014). El orden global estaba bien asentado y si un díscolo lo amenazaba, bien se le podía "fastidiar" por los medios que fueren necesarios. Es paradójico observar que, allí mismo donde todo parecía terminar, en las fronteras del este europeo, todo habría de ser desmontado, demolido, arrasado. Desoyendo los consejos de la élite diplomática de Washington (incluido el protervo y lúcido Henry Kissinger) y los estrategas más perspicaces del Pentágono, las sucesivas administraciones norteamericanas (de Busch, padre, hasta Biden) ampliarían las fronteras "agresivas" del pacto nordatlántico hasta Ucrania. No importa que para ello fuera necesario defenestrar a un presidente electo en la mismísima Kiev -madre de todas las Rusias-, para poner en su lugar un comediante que hoy se nos vende como paladín de la causa de la Democracia en el mundo. ¿Cómo la gran democracia americana ya llegado a estos extremos? ¿Cómo los gobiernos democráticos de la Unión Europea han dado muestras del servilismo más abyecto en contra de sus propios intereses nacionales y del sueño de una Europa como un actor mundial? ¿Qué explica, más allá de la hojarasca de los intereses, la degeneración de las democracias occidentales? ¿Será acaso los deliranates sueños imperiales, la resaca de la hegemonía de un mundo unipolar tras la implosión de la Unión Soviética? ¿Será el odio larvado al mundo ortodoxo- eslavo en clave de choque civilizatorio? ¿O hay algo degenerado en la democracia a la americana, esa que inició con la revolución entre 1776 y 1781 y se consagró la primera constitución liberal republicana en 1787? Tres teóricos políticos y económicos notables apuntan a que la propia democracia capitalista tiene en sí los elementos de su propia degeneración. El primero de ellos, quizá el más visionario -por la hondura, madurez y perspicacia de sus reflexiones- sugiere algunas claves que vale la pena considerar. Alexis de Tocqueville, con menos de 30 años realiza un viaje de 9 meses para investigar "in situ" el secreto del éxito de la democracia en el nordeste de la costa norteamericana y su móvil frontera. En un ejercicio de proto-sociología que se adelanta a su tiempo, coteja hechos y elucubra hipótesis que asienta en dos tomos vigorosos que su editor llamó "La democracia en América" (vol. I, 1835: vol. II, 1840) Como corolario de sus reflexiones Tocqueville nos dirá que la democracia resulta de la acción en la Historia de dos principios: igualdad y libertad. La igualdad de los ciudadanos y la elección entre pares, aparece como una fuerza que parece forjar el destino de Occidente desde la Reforma protestante y culminará con las revoluciones democráticas inglesa, norteamericana y francesa, siendo la norteamericana la más aventajada por la radicalidad de sus fundamentos, y la fuerza de su operatoria centrada en el individualismo y en el interés material de los ciudadanos, que Tocqueville nos dirá -adelantándose a Marx y a Weber- que impone una racionalidad instrumental en la vida política y se ancla en el principio racional de la identidad. Por otra parte, el otro elemento de la dupla, la libertad, es más evasivo, es "un sentimiento", una disposición de ánimo para convivir, no reductible a fórmula permanente. Nos dirá el luego Vizconde de Tocqueville, que la irrefrenable preminencia de la igualdad sobre la libertad hace degenerar la democracia, y corrompe sus nobles fines, tornándola en un nuevo despotismo. Papel clave: el control de medios noticiosos, que crean y modelan la opinión pública. Poco más de un siglo después, en 1942, un economista austro-estadounidense, Joseph Alois Schumpeter, enfrentado al fenómeno de la primera gran crisis financiera y la irrupción el mundo soviético, recurrirá al estudio de los ciclos económicos y, rascando más hondo, se preguntaba sobre el futuro del binominio capitalismo-democracia liberal y el socialismo. Arribará a una conclusión pesimista, similar a la Tocqueville, indicando que los capitanes de la industria que habían logrado llevar al capitalismo a su cima, irían degenerando en carteles que habrían de ahogar la innovación creadora que conceptuaba Schumpeter era la esencia misma del capitalismo en su fase caballeresca y corrompiendo la democracia en plutocracia (Capitalismo, Socialismo y Democracia, 1943). Mas recientemente un fracasado joven metalurgo surcoreano- Byung-Chul Han-trasladado a Alemania para dedicarse a la literatura, y que acabaría doctorándose en Filosofía en Friburgo, lanzaría una serie de obras que reflexionan sobre el estado de la democracia capitalista en la era digital. En dos de sus obras, especialmente (Psicopolítica, 2014; e Infocracia, 2022), Han advertiría con agudeza que el Big Data y la Inteligencia Artificial, la explotación del uso de datos o dataísmo, pueden alcanzar un poder de control sobre los ciudadanos apelando a la seducción más que a la violencia, haciendo que los trabajadores se auto- exploten de maneras inimaginables y autoconsentida. Los presupuestos de la Filosofía de la Historia en los que descansa la visión de Tocqueville, el análisis pesimista sobre los resultados finales de la destrucción creativa en el capitalismo de Schumpeter, y las reflexiones de Han sobre la condición del capitalismo digital, sin duda son parte de la explicación actual crisis de enfrentamiento entre la plutocracia estadounidense y el capitalismo estatal ruso y chino en esta fase de la historia contemporánea que nos ha puesto a las puertas del Armagedón nuclear mientras la mayor catástrofe medioambiental también se agudiza. ¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!



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