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Sin comprensión no hay cristianismo

Tags: amor cristo dios

Cristo Jesús nos enseñó que su corazón es infinitamente compasivo. Que el nos reveló que su Padre es eternamente misericordioso. Y recordemos que en el Antigüo Testamento aunque hay muchos pasajes que hablan de la ira y del castigo divino, siempre es para bien del pueblo, para su corrección. Pero sobresale la misericordia divina, el Amor incondicional al pueblo elegido. Rebosan textos enteros en los profetas, en los salmos y otros libros del Antigüo Testamento que hablan del amor divino. Pues en el Nuevo Testamento Cristo nos revela de manera plena quien es Dios. Y aparece un Padre compasivo, que perdona todo, que ama siempre al pecador, aunque todavía no estuviera arrepentido. Y que busca como papá bueno pacientemente su conversión. La parábola del Hijo Pródigo nos revela el amor infinito del Padre, su misericordia absoluta y plena. Todo lo perdona si uno se arrepiente. Y en la parábola del Buen Samaritano se nos revela el amor compasivo del Señor aliviando el sufrimiento y sanando el hombre apaleado. Y Cristo en su vida pública se la pasó haciendo el bien. Curaba enfermos, sanando toda clase de enfermedades. Expulsaba demonios, resucitaba muertos y predicaba un evangelio del Reino. Revelaba quien era Dios y cómo el Señor quería que fuéramos. Aparece un Cristo en extremo servicial, siempre dispuesto a hacer el bien. Pues, si nosotros queremos ser cristianos, auténticos discipulos del Reino, seguidores e imitadores de Cristo, debemos ser compasivos. Y compasión significa "padecer con". Sentir empatía, ponerse en el lugar del otro, sufrir su drama, y preguntarse, ¿qué puedo hacer para aliviar su sufrimiento? "Alivio del sufrimiento", fue el nombre que le puso el santo Padre Pío al hospital que fundó. Y que fue un milagro para su tiempo, sin recursos propios, recibiendo donaciones de muchas partes del mundo. El fue un gran místico, pero por eso mismo, un hombre en extremo compasivo, y que quería traducir en obras el amor experimentado de Dios en su vida. Y es una ley espiritual universal: cuando se vive realmemnte la presencia de Dios, nace del corazón del ser humano una gran compasión por los demás. Un cristianismo simplemente rutinario, basado en ritos y normas, sin vivencia del amor eterno y pleno de Dios, no es auténtico. Un cristiano que no vibre ante el drama de los demás, que no salga de sí mismo para aliviar en lo que pueda el sufrimiento del otro, no lo es de verdad. Un cristiano que se asemeje a Cristo, es persona que está buscando la manera de servir, de ayudar, de acompañar al otro como el Cirineo, aliviándolo con el peso de la cruz que lleva.



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