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¿Transparencia o corrupción?

Recuerdo haber visto llorar a una ex Decana, lagrimas de impotencia. El desconcierto reinaba en el funcionariado directivo de la Universidad de Panamá. Luego, el fallecimiento del Dr. Vasco Duque quien, en vida, sufrió tan perverso infundio. El era Director del Instituto Especializado de Análisis, y no tuvo la oportunidad de constatar que todo fue una patraña, como se desprende del fallo del Tribunal de Cuenta. Desde el inicio de la agonía hasta la declaratoria de inocencia, transcurrieron siete años.  Pero, qué ocurría en la UP en el 2016? Con la pretensión de descalificar una administración rectoral, de reiteradas reelecciones y de hecho agotada, se utilizó un audito de la Contraloria General que consignaba —sin fundamento y claramente mal intencionado, lesiones patrimoniales casi en todas las direcciones de la institución, y de haberse administrado incorrectamente los fondos de autogestión. Tanta fue la campaña publicitaria que la culpabilidad de los investigados, en la percepción de la comunidad nacional, era un hecho consumado —una condena adelantada, para docentes que jamás habían tenido implicaciones de Malos Manejos ni tenían que ver con el conflicto sobre la política reeleccionista. Aún de la reserva que se exige para ese tipo de investigación, la información fue filtrada a los medio de comunicación. En nuestro caso, recibimos llamada de un periodista. La pregunta fue tajante: "Que tiene que decir sobre una lesión a los fondos de la UP en la que se le señala responsabilidad?" En ese momento éramos Director del Instituto de Estudios Nacionales, y aspirante a la  Rectoria. El periodista señaló que esa noticia sería publicada, como en efecto ocurrió a grandes titulares.  Lo justo tarda, pero llega. La sentencia, de fecha reciente, es contundente: no hubo lesión patrimonial ni malos manejos. Hay inocencia plena y liberación del encauzamiento. Eso reconforta, pero quedan las heridas y el daño. Ha sido un calvario de siete años con afectaciones sociales, de salud, de la economía, de imágen.  Queda demostrado lo que se sabía. Esa auditoría respondía a un fin polítiquero —de intervenir en los asuntos electorales de la Institución. Esto no debe repetirse jamás. Lo lamentable es que hoy no hay notica —a grandes titulares, que refrende la verdad de lo ocurrido, ni entrevistas para escuchar a los injuriados. Es el daño moral que no se resarce. En toda aquella maraña hubo sufrimiento y frustración. Con publicidad extendida señalaron victimarios cuando mas bien eran víctimas de la soberbia planificada. Se condenó antes que actuara el debido proceso. Digámoslo: todo aquello fue la perversidad humana, de manchar la integridad de personas que sencillamente hacían su trabajo en el marco de la Ley.  Sabemos que nada de lo dicho afectará la conciencia de los responsables (ya ni siguiera están en sus cargos); pero es bueno que se conozca que mintieron con alevosía y predisposición. Pero, como reza el adagio, la mentira al tener patas cortas siempre es alcanzada por la verdad. Que la historia los juzgue.  



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