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En cuanto a las cárceles se refiere

Mandela, el que fue presidente de Sud África Estuvo Preso por 27 años. Nadie le pudo cambiar el deseo irresistible de ver a su pueblo liberado del apartheid, donde un grupo minoritarios de blancos ejercían el poder político y económico en una nación predominantemente negra. Gandhi el gran líder de la liberación del pueblo indio sin disparar un tiro también estuvo preso. San Pedro fue detenido y manifestó que primero se obedece a Dios que a los hombres cuando le prohibieron predicar sobre Jesús. Al final muere crucificado cabeza abajo. Nadie le pudo arrebatar su fe. San Pablo estuvo preso y al final muere decapitado por anunciar a Cristo. Nunca renunció a Jesús. San Ignacio de Loyola estuvo preso y sometido a cinco juicios por sospecha de herejía. Y llegó a fundar una gran orden religiosa. San Juan de la Cruz estuvo 9 meses preso porque sus compañeros se resistían a la reforma de la orden religiosa carmelitana. Simón Bolívar quien logró la independencia del continente americano también fue preso. Ninguno de ellos renunció a sus ideales, a sus sueños más preciados, a su fe, a sus ganas de realizar su misión en la tierra. Los peores barrotes no son los de las cárceles, sino los bloqueos que nos hacemos, sea por miedos, por baja autoestima, por indecisiones, por intereses egoístas, que nos paralizan. Esas cárceles internas son tremendamente opresoras. Mucho peores que las cárceles normales. El perder la libertad interior, sea por temor al qué dirán, o a represalias de los poderes vigentes, o por no perder la comodidad y los privilegios, ocasiona una hecatombe personal que arruina y mata los talentos, cualidades, dones que Dios nos ha dado. Esos barrotes del alma secuestran, aprisionan, paralizan a las personas, haciendo de ellos presos inmóviles, cadáveres ambulantes, auténticos zombis que en nada contribuyen al desarrollo de los pueblos. Y su inactividad y pasividad hace mucho daño a la humanidad. Las cárceles del alma son las peores y hay tantas personas presas de sus emociones, sentimientos y pensamientos negativos, que impiden todo desarrollo y superación personal. Por eso hay que luchar contra esos barrotes interiores. Romperlos; y para eso conciencia de que existen. Deseo enorme de liberarse de ellos. Buscar ayuda profesional psicológica cuando sea necesario, y por supuesto apoyo espiritual. Orar mucho al Señor. Y ponerse a trabajar activamente para dejarlos atrás. Trabajar tus sueños e ideales, cultivar la fe profunda y actuar. Ponerse en contacto con personas que tengan sanas inquietudes, sumarse a grupos que luchen por hacer de este mundo un lugar mucho mejor para todos. Y saber que debemos ser libres como el viento. No dejarnos aprisionar por nuestra mente negativa.



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