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Historias ocultas: relatos de un cementerio 

A lo largo del tiempo los cementerios han sido considerados como lugares sombríos, inhóspitos, dónde nunca nadie quisiera ir.

En lo que si estaría de acuerdo es, que constituyen sitios únicos, donde se tejen Historias Ocultas jamás llevadas al papel.

«Sus estrechas avenidas obligan al caminante a transitar sigilosamente por un refugio donde los afligidos encuentran ese deseado desahogo para el alma. Su olor a tierra seca y su jardinería exótica saluda al visitante con toda la sobriedad y la realeza de una auténtica corte celestial que solo eternidad descanso, implora Socorros, ayuda, angustias, silencios»

Su mejor música, su atmósfera contaminada anuncia sin equívocos el tiempo ideal de darle reposo al espíritu. La gravitación dislocada del viento solo arrastra y deja ir las secas hojarascas de los tupidos laureles y olivos sin un destino específico. Tras los primeros pasos de este viaje hacia lo desconocido se percibe con intensidad la fuerte impresión como si se uniera el cielo con la tierra. El horizonte se deslumbra bajo el manto de cruces infinitas, estatuillas señoriales de ángeles y el denso zumbido de pajarillos y aves depredadoras. La descomposición cadavérica bendice la luz y la oscuridad»

«De repente y sin perder la brújula se establece un diálogo casi involuntario con el santuario de mi conciencia. Cientos y cientos de gritos afinados ensordecen mis sentidos y acoplan en una melodía altisonante lográndose escuchar: ¡¡¡Aquí, no somos dos!!! ¡¡¡Aquí, nada se mueve!!!

Múltiples y curiosas leyendas han acompañado a estos lugares. En este modesto relato, sin pretensiones terroríficas hago referencia a un cementerio que distingue a mi ciudad de Santiago de Cuba. El cementerio Santa Eugenia representa una gran galería a cielo abierto. Su exquisita conservación rinde tributo a ese coloso arquitectónico que tarda la historia de un país. Cada año es visitado por transeúntes provenientes de otros países para tener un encuentro imaginado con guerreros, mambises, artistas, gente de pueblo, que se eternizan precisamente aquí.

Lo INUSUAL o tal vez lo no percibido es, que muchos no conocen que en este cementerio o campo santo se invoca el espíritu y se le consagra fe y respeto a una poderosa y antigua deidad proveniente de la religiosidad africana, llegada a esta tierra caribeña mediante el proceso de conquista y colonización de siglos pasados. Este detalle lo hace único en su tipo.

«Los pasos aún no se detienen. La intuición dirige con frenesí mi destino. Me adentro con premura entre las amarmoladas tumbas y encuentro sombra bajo un arbusto de palma enana. Al bajar mi temerosa mirada distingo sobre el suelo restos de velas de colores, copas finas rebozadas de agua bendita, dulces caribeños con el sabor de la mejor miel del mundo. Me desoriento, por instante pierdo el control de mi mismo. Mis sentidos intentan satisfacer la fría curiosidad de aquel lugar. Fuerzas poderosas fortalecen vivifican mis extremidades hasta que por fin logro ponerme de pie. Un intenso escalofrío inunda mi cuerpo, siento su presencia. Mi visión borrosa gana paulatinamente su normal intensidad. Se vislumbra una gran corona que resguarda una hermosa melena de mujer»

Muchos han sido los relatos que testifican su presencia mística. La humildad y la constante misericordia que muchos devotos les trasmiten a esta deidad y que constituye una oración perenne en busca de energías milagrosas que emanan de aquí. Se han escuchado narraciones de cómo está diosa navega en su barca sumergida entre la espesa niebla, recibiendo los nuevos seres que harán vida eterna. Su nombre es Oya, reina de la tierra y los cementerios, su fuerza es tan inmensa como el de una centella, guerrera, impetuosa, amorosa por naturaleza. Sobria, altanera, brinda amor y protección a todo aquel que la invoca. Desde su elegante postura monumental logra asustar a aquel o aquella que transita por mera curiosidad en este sitio.

Sus peticiones de salud, bienestar, prosperidad, viajes, serán cumplidos por ella en la manera en que seamos capaces de preservar la fe, la constancia de vivir a plenitud

» Su escalofriante presencia reafirma la paradigmática filosofía que NO sólo lo que se ve, existe porque está».

Seguir contando estás historias ocultas, imaginarás pero creíbles será nuestra misión en lo adelante. Debemos preservar nuestro imaginario popular, y por si fuera poco, nuestros miedos.

«No te asustes, no temas. Solo acerca tu mirada y engrandece tu corazón…¡¡¡Yanza je kua e!!!

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