Desde hacía años, andaba detrás de una quimera.
Los sueños con unicornios blancos eran más que reiterativos: aparecían en plena noche, repetidamente, una y otra vez, sin excepción.
Vivía en continua búsqueda.
Se atrincheraba tras la barra del bar cuando la búsqueda no tenía el resultado esperado. Trasegaba una cerveza tras otra hasta que la borrachera le impedía fruncir el ceño tan siquiera; y se derrumbaba entre llantos.
Consumió su vida buscando una quimera.
Nadie le hablaba, nadie intentaba razonar con él. La gente se limitaba a apartar la vista y mover la cabeza con pena.
Nadie se atrevía a decirle que perseguía un imposible.
Que nunca lo conseguiría.
Los sueños con unicornios blancos eran más que reiterativos: aparecían en plena noche, repetidamente, una y otra vez, sin excepción.
Vivía en continua búsqueda.
Se atrincheraba tras la barra del bar cuando la búsqueda no tenía el resultado esperado. Trasegaba una cerveza tras otra hasta que la borrachera le impedía fruncir el ceño tan siquiera; y se derrumbaba entre llantos.
Consumió su vida buscando una quimera.
Nadie le hablaba, nadie intentaba razonar con él. La gente se limitaba a apartar la vista y mover la cabeza con pena.
Nadie se atrevía a decirle que perseguía un imposible.
Que nunca lo conseguiría.
Pasó toda su vida ciego, Buscando una quimera que no encontró nunca.
Nunca llegó a reparar en los tesoros que tenía al lado,
al alcance de la mano,
mientras naufragaba en vasos de cerveza.
Nunca hubo otro hombre más miserable en la faz de la tierra.
[Al Buscador de quimeras que no se da cuenta de que lo es...]