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Perros Negros

Un Perro negro fantasmal es una existencia espectral y su apariencia fue considerada como un augurio de muerte. En general se supone físicamente más grande que un perro y a menudo tiene grandes y brillantes ojos.

Desde tiempos inmemoriales, las leyendas sobre estos canes infernales han atormentado al ser humano, llegando en algunos casos a traspasar la delgada línea del mito para fundirse de forma casi inconfundible con la realidad. Las víctimas de algunas de estas legendarias bestias (como en el caso de la bestia de Gévaudan), se pueden contar por decenas.

A pesar de que varían por locación geográfica, según las leyendas, la mayoría de los Perros Negros tienen el tamaño de terneros, sus ojos rojos son grandes como platos y destacan por su pelaje enmarañado. Hacen su aparición en vías antiguas, cruces de caminos, cementerios y horcas, que son lugares asociados a supersticiones y acontecimientos misteriosos.

Se dice que durante las tormentas eléctricas aparecen algunos Perros negros, un ejemplo de esto se dio el domingo 4 de agosto de 1577, cuando la iglesia de Santa María se encontraba rebosante de feligreses, una terrible tormenta sacudió el edificio. De pronto un enorme Perro Negro iluminado por descargas eléctricas hizo su aparición en la iglesia y atacó con sus garras y dientes a un gran número de personas. La mayoría de los testigos consideró que la bestia era un demonio, un emisario del diablo.

A continuación se hará una pequeña reseña de varios "perros negros" famosos.

Barghest y Mauthe

En algunas poblaciones se cree que los perros negros auguran la muerte. Una de estas criaturas, llamada Barghest, aparece en localidades del norte de Inglaterra, en especial en Yorkshire. Se creía que quienes veían al animal con claridad morirían poco después, mientras que quienes sólo lo avistaban de lejos vivirían unos meses más antes de sucumbir.

Una criatura similar, llamada perro Mauthe, suele aparecer en el cuartel del castillo de Peel, en la isla de Man. Para probar su valentía, un soldado ebrio entró en una ocasión en el cuartel a solas, pero perdió el habla y murió tres días después.

Kludde

El perro negro belga se llama Kludde. A pesar de que suele tener el aspecto de un perro gigantesco, también se manifiesta como un gato, una rana, un murciélago o un caballo. En todas sus formas puede ser identificado por las cadenas que se arrastran por el suelo y por la llama azul que brilla alrededor de su cabeza. El Kludde salta sobre la espalda de los viajeros y los ataca con sus dientes y garras.

Bestia de Gévaudan

Algunas leyendas sobre perros negros se basan en acontecimientos reales. Entre 1764 y 1767, una misteriosa criatura similar a un lobo supuestamente atacó y mató a entre sesenta y cien personas en la zona del centro-sur francés. Llamada bestia de Gévaudan, la criatura era tan grande como una vaca, y tenía el pecho amplio, una cola larga terminada en un mechón de pelo, orejas grandes y puntiagudas y una boca enorme con colmillos salientes. Los habitantes de la zona creían que se trataba de un hombre lobo o una hechicera que había adoptado la forma de un monstruo para alimentarse de carne humana.

El método de ataque de la bestia resultaba particularmente atemorizante. Solía centrarse en la cabeza de su víctima, que aplastaba o arrancaba. También parecía preferir presas humanas, en particular mujeres y niños, en lugar de animales de granja. A pesar de que el rey francés Luis XV envió a sus mejores cazadores de lobos a perseguir al animal, la bestia fue finalmente derrotada por un cazador de la zona, Jean Chastel, quien aseguró haber rezado y leído la Biblia antes de su triunfo.

El perro negro de El Escorial

Según la leyenda, durante la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) un misterioso perro negro aterrorizaba a los obreros por las noches, obstaculizando las obras. Quizás el perro infernal protegía el lugar, pues se ha atribuido a El Escorial el ser una de las puertas del Infierno que se extienden por el mundo (otra de las cuales es la ciudad italiana de Turín); ésta fue una de las razones por las que Felipe II mandó construir el monasterio en este lugar: para mantener cerrada dicha puerta.

El perro fue encontrado y se ordenó que se le ahorcase en una de las torres del monasterio, donde permaneció mucho tiempo.

Cuando Felipe II regresó definitivamente a El Escorial para morir, desde su lecho de muerte (acompañado de multitud de reliquias de santos), siguió oyendo los ladridos de ese perro infernal, que ya había sido sacrificado hacía años.

Así como estas, existen cientos de otras historias que hablan sobre los perros negros y su casi ineludible relación con lo demoníaco. Siempre se puede creer que estas no son más que leyendas descabelladas, pero quien sabe, según muchísimos textos antiguos, los demonios, en un pasado muy lejano, caminaron por la tierra libremente y tal vez estas criaturas sean sus vástagos.


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