Preocupado por el asunto de los valores, me senté el otro día a reflexionar en todos ellos -o casi- que existen o no en la concepción privativa de cualquier habitante que, vertiginosamente, pasa por este laberíntico, alocado, pero seductor mundo. Acudí entonces a varios libros, y presté atención, primero, a los llamados inmutables e independientes, como la justicia, la belleza y el amor; a los