—Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio.
—De eso se trata. Déjeme explicárselo.
Jetta la Asombrosa era efectivamente bajita. No obstante, llevaba siempre un arma con la que demostrar la inmortalidad connatural al vampirismo que había contraído siglos atrás. Un accidente fatal en la pista vendía. Las funciones siguientes eran un éxito. Para entonces ella ya estaba en otro circo aunque el anterior se beneficiaba de su tragedia durante algún tiempo. Estrellada, acuchillada, disparada e incendiada, atacada por las fieras. Así se ganaba el sanguíneo sustento. Después de cotizar durante 742 años podría haberse jubilado cuando hubiera querido, pero aquello de las muertes le devolvía cierta vidilla.
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