A cada vuelta del tambor de la lavadora Víctor Lazo avanza en su libro con ritmo de centrifugado. Las monedas que alguien ha olvidado en los bolsillos de los pantalones repiquetean provocándole una ensoñación en forma de exitosa carrera literaria lejos de la lavandería. Rodeado de toda esa ropa interior húmeda a veces se pone picante, normal, pero ahora está escribiendo una historia de amor: “…eres lo mejor que le ha pasado a mi retina.” Vaya mariconada, se dice. Lo borra. El encargado le deja hacer. Con la tranquilidad del que paga cuatro perras a quien jamás, cree él, le dejará tirado por un trabajo de lo suyo.