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Jarabe cíclico


Escuchar mil veces la misma canción, diluirla, de tanto escucharla, sobre la superficie del café que se enfría a centímetros de la mano. Un lápiz en un extremo --como si mirara todo el montaje, como si sintiera que ese teclado atentara contra su supervivencia-- apunta, enfoca y amplía el plano. Y la canción vuelve a sonar, se transparenta a sí misma en el aire acondicionado y el encierro, da vueltas y vueltas como la sangre al interior de la humanidad sin saber de aviones, calles y precipicios, ni de vértigos, gráficos financieros o de letreros luminosos que atentan contra la permanencia de sus caminos.

Una canción deformada por la falta de tacto, diría el fantasma premonitorio de la musa infaltable, al oído; a este oído que atraviesa difícil los discursos aburridos de las Sirenas Solitarias. Pero los atraviesa. Una canción que, en palabras, es semejante a las frecuencias empuñadas que Alguna Vez pertenecieron a los pájaros y que probablemente fueron secuestradas por el vacío de una guitarra. ¿Qué fue de las guitarras resplandecientes, protagonistas indiscutibles de vídeo-clips de la década de los noventa? Tras los suicidios de los vocalistas, se retiraron de escena, hoy vagan a través de los mitos de jóvenes que basan sus vidas en objetos de consumo masivo. Como las sirenas solitarias de los mares premonitorios, cuando desaparecieron los marineros, de manera tal que estos se convirtieron en suerte de mitos para ellas.

La canción alguna vez fue carne, como el ídolo de las mayorías, pero la falta de afinación y los cambios bruscos de temperatura transformaron su materia blanda en un espejismo lagrimoso. Desde entonces llueve como si el cielo fuera piel, y el agua, sangre por el filo de una herida trágica. Dos. Dos heridas. Una en cada muñeca. Norte y sur.


Dolor en el montaje, percibe un lápiz desde un extremo, como si sintiera, como si sintiera que en otra vida sería con toda probabilidad una perfecta arma corto punzante. Pero el dolor, para sanar, también puede cubrirse con tinta, como se cubre la porcelana bajo otras alquimias y deidades. Similar estrategia a la de una llave que tras cerrar una puerta, es lanzada al vacío. ¿A cuál vacío? A ese vacío de donde huyen las cosas que tienden a enfriarse, como cosa fuera este texto, por ejemplo. Como cosa este texto en su aroma inmanente, por ejemplo. Sellar con oro la arteria fundamental sería un ademán artístico, rayano de una belle époque algo impropia, falsa y hasta ridícula, o una manera de condenar a la Belleza por siempre a las piernas del poeta. Tranquilidad para la herida, paciencia para el lápiz, refugio en la musa.







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