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El aborto de clase o las diferentes clases de aborto

La familia es un nido de perversiones

Simone de Beauvoir

 

Asún desde el primer momento que me vio en el Instituto sintió atracción por mi, le gustaba sobre todo mi forma de vestir, eran los años 70 y yo siempre iba con unos Lee desgastados y una camisas blancas de hombre que habían sido de mi padre, a Ella nunca le hubieran permitido llevar el vaquero desgastado, los llevaba muy azules bien planchados con una raya al medio que marcaba claramente la frontera entre su procedencia y la mía, yo hija de una frutera, ella de gente con carrera, del Opus y del Régimen.
Las chicas como yo eran consideradas una mala influencia para las que le venia impuesto de cuna comportarse como señoritas, eran tiempos de aperturas y había sido para ella un gran logro llevar unos Lee aunque fuera con raya al centro y sin desgastar.
Llegaba directamente de un internado de monjas donde algunas hermanas se volvían especialmente cariñosas con las alumnas y Asún había sido testigo de alguna de esas escaramuzas sentimentales en medio de la noche, con su hermana Mayor como protagonista.
Yo era feminista y de izquierdas aunque todavía no había cumplido ni los catorce años, hacia alarde de gran desparpajo dialéctico y estaba llena de curiosidad, mi discurso se oponía frontalmente a todo lo que le habían inculcado a Asún y tal vez por eso pasaba conmigo el mayor tiempo posible a escondidas de su familia.
Un verano sucedió algo que a mí me hizo tomar plena conciencia de la hipocresía y la doble moral de una sociedad autoritaria y clasista como era la España de las postrimerías del franquismo. El padre de Asún pasaba seis meses en España y otros tantos en Venezuela , allí fundó una segunda familia con una linda mulata que le dio un hijo, este hijo nació con muy poca diferencia el mismo año que Asún, siempre supieron el uno del otro aunque nunca se habían visto ,la madre de Asún toleraba la bigamia de su marido con gran resignación cristiana, las noticias entre Venezuela y Canarias fluían con naturalidad y frescura, todo el mundo sabia que los ricos isleños que tenían hacienda allende los mares, gozaban de bula papal para tener dos hogares, dos mujeres y dos camadas de hijos, con la anuencia de todas las partes. No en vano Venezuela se llamaba y se llama la Octava isla, la única condición es que jamás se mencionara el tema y que la buena sociedad tinerfeña hiciese como si eso no ocurriera.
Fue en el verano del 76 cuando el hermano venezolano de Asún vino de visita a la casa de su padre en Tenerife, el hermano entró en la vida de Asún como un huracán tropical, respirando sensualidad por todos sus poros, procedía de una sociedad diferente a la nuestra donde el sexo no era pecado, no se vieron como hermanos en ningún momento y una noche cualquiera, juntos, saltaron por encima del tabú del incesto, fue un verano vertiginoso para Asún que me comentaba esos delirios sexuales no sin cierto regusto a venganza por su parte, por primera vez era ella y no yo la transgresora, y vaya si lo era , no podía dar crédito a lo que me contaba, a la sazón el sexo yo no lo había catado todavía y eso me irritaba profundamente, porque este pequeño detalle, me inhabilitaba para tener una respuesta fácil o un análisis correcto de la situación, no me atrevía a juzgar pero había algo muy sórdido en todo aquello que me producía un malestar muy profundo, no lograba identificar si lo que me molestaba realmente obedecía a criterios razonables o a prejuicios morales heredados de una sociedad injusta, reaccionaria y católica que detestaba intuitivamente sin demasiado andamiaje teórico, evidentemente era muy joven y me faltaba mucha información para acometer un problema ético de ese calado.
Al terminar el verano, el hermano volvió a su país al tiempo que nosotras estrenábamos nuevo curso en el Instituto pero nada volvería a ser igual.
Los acontecimientos se sucedían unos tras otro como si a la vida le hubiera entrado prisa de repente, una de nuestras amigas no vuelve a clase, se ha quedado embarazada y se tiene que casar precipitadamente con el novio, un muchacho ojeroso que también deja los estudios para ir a la fragua y hacerse cargo de la situación, entretanto, nos enteramos que la dependienta de la librería que solía escaparse a fumar a escondidas con nosotras en los recreos, había muerto desangrada en un aborto clandestino, practicado en la barriada en condiciones insalubres.
A todas estas ya Asún había tenido su primera falta, llevaba días taciturna y asustada, su hermano la había dejado embarazada, finalmente se enteraron en casa porque a la niña no le bajaba la regla, nunca dijo quién era el padre, eso hubiera sido un pecado demasiado nefando para la familia, contó un cuento que hilvanamos juntas, atribuimos la paternidad a un estudiante extranjero que había conocido en la piscina y que justo ese año había terminado su estancia en Tenerife.
Posteriormente pasé una semana sin saber nada de ella, un día , cuando ya ni la esperaba reaparece en la clase a primera hora como si nada, muero porque me cuente, estaba muy preocupada por ella, se había acordado de mi y me compró un foulard en Londres, de color verde, me hacia juego con los ojos, era una ciudad increíble, compró muchísima ropa y vio muchas cosas que la habían entusiasmado, venia exultante, habían sido una semana maravillosa, la más interesante de su vida hasta el momento, por lo demás en lo referente al aborto casi ni se enteró y le dieron de alta al día siguiente.
Acabado el Instituto cada una siguió un destino diferente, yo el que me ha llevado hasta aquí, y ella terminó haciendo una gran boda con un diplomático panameño, por la Iglesia, por supuesto.
Juana Santana
www.loquinario.blogspot.com


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