Amanecer en Merzouga (Marruecos) - A. Saliki (2015) |
Rayuela (Julio Cortázar, 1963)
Se termina el año, aunque nada termina en nuestra vida, porque incluso lo que voluntariamente cerramos a la fuerza, queda siempre en nuestro recuerdo e igualmente forma parte de nosotros mismos. Para evitar este eterno continuo que es el tiempo, desde antiguo, los seres humanos, en nuestro presuntuoso saber, lo hemos dividido, cronometrando segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años. Relojes que no tienen fin, dividen y subdividen nuestra existencia, dándonos razón de nuestra inútil insignificancia. Los días pasan, las hojas del calendario caen, los años terminan y vuelven a empezar. Mientras tanto, vamos acumulando bagaje, recuerdos, experiencia, querencias, manías, vicios, deberes y obligaciones que nos fuerzan a dejar de empezar nuevas cosas, a emprender nuevas vidas. Paralizados, como si cambiáramos nuestra flexible piel por madera maciza, imposible de torcer. El amanecer de un nuevo año se acerca. Empecemos de nuevo. Olvidemos inconvenientes, aplacemos la pereza, porque sólo empezando, nos renovamos. Si nos quedamos inmóviles, el peso del tiempo caerá sobre nosotros cuando intentemos huir. Y en esta vida, siempre necesitaremos de alguna huida.