No todas las Guerras son iguales, aunque sus consecuencias suelen ser similares. En la Península Arábiga hay dos guerras en curso: en Siria y en Yemen. Ambas son conflictos complejos, con diferentes partes beligerantes, con aliados directos e indirectos, donde la población civil no puede escapar de su crueldad. Ambas guerras rodean la frontera norte y sur de Arabia Saudí. Ambas guerras tienen sus causas propias e independientes pero ambas están unidas por una lucha de poder en la región, una guerra silenciosa. Hace una semana, Arabia Saudita rompió relaciones diplomáticas con Irán por su "interferencia negativa en los asuntos árabes". Todos los medios de comunicación se ha hecho eco de este hecho y todos han puesto el objetivo en lo que diferencia a los dos países: la religión. Arabia Saudí es una monarquía cuya ideología conservadora y rigorista ha intentado influir en todos los sunníes del mundo islámico. Por el contrario, la República Islámica de Irán es la gran potencia chií. Pero si creemos que la guerra silenciosa (cada vez mas ruidosa, es cierto) tiene que ver con las diferencias entre las dos grandes ramas del Islam, estamos en un grave error. Es la lucha por el poder y el control en la región, como todo lo que mueve a las guerras. Los saudíes ya han azuzado a sus aliados para que rompan relaciones con Irán, como ya han hecho Baréin, Sudán y Emiratos Árabes Unidos. Irán ya ha sacado su arsenal de discursos incendiarios contra los Saud. Oriente Próximo tensa sus costuras entre Riad y Teherán. La solución pactada del fin del conflicto en Siria y Yemen está aún más lejos. El petróleo de uno y otro sigue pagando influencia y armas a los enemigos respectivos. Los tambores suenan, las banderas se alzan, la guerra silenciosa se apresta a la batalla.