| Plaza del Registán en Samarcanda (Uzbekistán) - Andrei Tilin (2005) |
Llegó a la ciudad después de tres semanas de camino y, sin descansar ni un momento, decidió seguir al pie de la letra los consejos de los viajeros de los tiempos pasados. Subid, invitan ellos, a la terraza de Kuhandiz, la antigua ciudadela, pasead ampliamente vuestra mirada y no encontraréis más que agua y verdor, bancales floridos y cipreses recortados por los más sutiles jardineros, en forma de bueyes, elefantes, camellos agachados y panteras que se hacen frente y parecen preparadas para saltar. En efecto, en el interior mismo del recinto,desde la puerta del Monasterio, al oeste, hasta la puerta de China, Omar no vio más que tupidos vergeles e impetuosos riachuelos. Luego, aquí y allá, un esbelto minarete de ladrillos, una cúpula cincelada de sombra, la blancura de la pared de un mirador. Y a la orilla de una charca, cobijada por los sauces llorones, una bañista desnuda que desplegaba sus cabellos al ardiente viento. [...] No cesa de repetirse para sus adentros: «No odiaré esta ciudad. Aunque mi bañista sólo sea un espejismo. Aunque la realidad tenga el rostro del de la cicatriz. Aunque esta noche fuera para mi la última.»
Samarcanda (Amin Maalouf, 1988)
Ya no sé si lo recuerdo es lo que viví o lo que, durante años, he contado que he vivido. No sé por qué ese Detalle concreto quedó prendido a mi memoria y lo voy repitiendo cada vez que hablo sobre aquel lugar. Si hoy volviera y no encontrara aquel detalle, quizás me sentiría tremendamente frustado. Si no me diera la razón sobre que en cada esquina de Roma se esconde una maravilla, no podría volver nunca a Roma. ¿Conoces El Cairo? Conozco un Cairo, el que viví, el que Recuerdo y probablemente conozca otro la próxima vez que vuelva. No habría vida suficiente para albergar cada detalle, cada vivencia. Pero mientras tanto, lucho por los recuerdos, por seguir manteniendo vivos caras, nombres, sitios, detalles que finalmente se ocultarán en la bruma del olvido. Y por si fuera poco, no sólo rememoro sitios que he visitado, también otros de los que he leído o visto tanto en cine o televisión que ya forman parte de mi memoria. La grandeza del recuerdo me ayuda a crear ideas incluso de sitios que ya no existen, ni existirán, ¿cómo era el París del 68? ¿Quién recalaba en Samarcanda o en Petra? ¿Cómo era la vida en la Ciudad Prohibida? ¿Dónde se hundió la Atlántida? Paseo por la Arabia Felix, a veces desierto, a veces vergel, y encuentro ubicación para cada recuerdo.
