Os cuento una situación profesional que a muchos les sonará, por si puede servir de ayuda:
Esta semana (por si no tuvieras bastante con tus tareas estrictamente profesionales) a tu empresa le toca organizar una comida de negocios que sirva para que de una vez por todas se cierre ese acuerdo tan importante que te trae de cabeza desde hace más de tres meses. Sabes que el éxito de esa comida ayudará a que las posiciones entre tu empresa y vuestro cliente se acerquen y limen los desencuentros de los últimos meses.
Como no podía ser de otro modo, el marrón te ha caído a ti. Tu jefe, sin corte alguno, te dijo el otro día: “No, no… encárgate tú de elegir el sitio, el menú, y por supuesto los vinos. Ya sabes que al Director Corporativo le encantan los buenos caldos, y tú eres un experto en vinos ¿no?”
Hombre… experto en vinos…a ver, yo sé que vinos son los que me gustan y cuales no, pero de ahí a ser un experto va un abismo. Aún así, no me voy a arrugar. Yo me lanzo a la piscina sin duda alguna (también ayuda que parte de mis incentivos dependan del cierre de este acuerdo, todo sea dicho).
En mi opinión creo que deberíamos elegir un cava bien frío para empezar a abrir boca. Un Kripta  puede ser una gran elección para empezar la velada y acompañar los entrantes. Luego me decantaría por un vino que nos deje un buen sabor de boca y que encaje bien con los solomillos al foie del menú. Algo así como un Tinto Pesquera no iría nada mal.
Y para acompañar el postre y relajar el ambiente para que fluya la conversación y el buen rollo, añadiría un Cristal•lí dulce.
Bueno, espero que mi selección triunfe y que consigamos cerrar el acuerdo. Y si no, por lo menos que este post os sirva para una ocasión similar.