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Niño de Trapo



El reloj hace tiempo que se ha parado, enredado entre sus propias agujas, absorbido por el aura de esta habitación vacía. El polvo recubre cada superficie, el armario sumido en el silencio, los marcos de las fotografías han perdido su color.

Un muñeco con los ojos abiertos permanece inmóvil sobre las sábanas viejas, inerte, sentado, admirando los tiempos que se han marchado. Su brazo derecho está descosido, pendiendo únicamente de dos hilos, Sus Ojos parecen apagados, quizá el polvo haya tapado su alma de algodón.

Un rayo cruza el horizonte, atravesando el cielo. Segundos después su estruendo llega hasta las oscuras ventanas y los oídos cerrados del muñeco de trapo. Siempre ha querido contemplar el cielo, sabe que esta noche hay tormenta, pero no puede verla porque la última vez que lo tuvieron en brazos lo dejaron en esa posición, observando su reflejo en un Espejo Inmenso colgado en la pared.

Justo cuando la lluvia empezó a caer del cielo Pudo Escuchar una cerradura y una puerta crujir en el piso inferior. Después unas voces comenzaron a subir las escaleras, y poco a poco una conversación se tornó clara.

- No sé cómo se te Pudo ocurrir entrar aquí, está todo tan oscuro…

- No te preocupes, está vacía, ya te dije que mis padres me contaron que los dueños murieron hace años.

“No sabía que hubiesen muerto… Cuando se fueron ellos y Raquel… Raquel… La última vez que me tuvo en brazos no se podía mover…”  El muñeco se había quedado congelado Todos Esos años, todos esos años pensando consigo mismo… Todo el tiempo mirándose en el reflejo.

Una luz se acercó hasta la habitación, la luz más cálida que podía recordar nuestro pequeño amigo. Sus ojos relucieron por primera vez en mucho tiempo, si hubiese tenido corazón, es posible que en aquellos momentos estuviese martilleando sus oídos con fuerza.

- Cómo llueve, espero que pare pronto –dijo para sí una voz femenina en el umbral-.

La chica se acercó poco a poco a donde él estaba, y miró la habitación durante un rato para finalmente darse la vuelta. El muñeco cayó al suelo provocando el sobresalto de la joven, que iluminó con su linterna el suelo.

Cogió al muñeco en brazos y lo miró largamente. Sus ojos oscuros prestaron calidez al niño de trapo, que sabía que volvería a estar tendido sobre el suelo, solo, pero ya no le importaba, pues el presente, que dura solo un segundo, le estaba permitiendo volver a sentirse vivo.

-Por fin te encuentro, casi me caigo por las escaleras…  –resonó la voz de un joven tras ella-.

- Mira, he encontrado algo –afirmó ella mientras sonreía-.

- Está demasiado descosido, no creo que…

- No me importa.


Guardó al niño de trapo en su mochila y bajaron las escaleras hasta llegar a un camino de tierra.  Pudo escuchar los pasos sobre los charcos, las risas y los truenos bajo la lluvia. Pudo escuchar la vida, la palpitación de los corazones, el viento… Pero no olvidó, nunca olvidaría la vieja casa, la vida que se había apagado poco a poco mientras él se miraba a sí mismo, en un espejo inmenso que ahora no era más que un recuerdo.








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