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"Mi espera"



De pronto ya no estabas. Todo de ti se había hundido en la nueva edad oscura. Subí hasta el monte de Polifemo en donde quedaron algunos. Allí donde no llegaron los hombres del mar y aún había algo de ti. Donde Aquiles aún estaba cubierto de bronce y Odiseo era invocado. Donde Josué derribaba los muros de Jericó y Moisés partía los mares. Ellos y yo te encerramos en la redoma del diablo, aquello tan poco que quedó de ti. Entonces jugábamos, jugábamos a la toma de Troya y a la conquista de Canaán; y nos convertimos en padres y en hijos amados. En el verdadero sentido de la tierra: el amor a los hijos. Y Nuestro viejo amor de padres floreció en nuestro pequeño refugio, como antes de Homero, como en los tiempos anteriores a Homero. En la primera edad oscura. Disfrutábamos ignotos de nuestro amor de padres y supimos la belleza en nuestros hijos. Y volvimos a descubrir la música en su presencia: καλός. Resonaba en nuestra cueva, resonaba con el vino, y en el ojo de nuestro huésped. Él deseaba conservarnos, observar nuestros bailes y nuestros grandes placeres, pues él también se refugiaba en nosotros, en nosotros y nuestra música. Se refugiaba en nuestro amor de padres. Nuestros ropajes se volvieron simples, salvajes, eran los ropajes del amante, los del héroe, los ropajes que muestran el cuerpo amante, el cuerpo de la calidez y del encendimiento. Aquel cuerpo que amó un día e hizo al hombre. Allí ocultos, esperamos...

Pasaron los años y tú seguías perdido, perdido para dioses y hombres. Sólo nosotros conservábamos un fragmento de ti. Tu imagen les pareció un fantasma y se quedaron quietos. Decían que tú eras ellos y que ellos eran espectros. "¿Quién puede amar a un fantasma?" decían, "¿Quién pude luchar contra un fantasma?"... El hombre había muerto. Permanecieron quietos. Nosotros volvimos a internarnos en nuestro pequeño bosque sobre la montaña de Polifemo a esperar por tus nuevas tormentas, por tu caos, por tu impulso y tu rayo, y por tus criaturas sangrientas. Yo y los demás te conservamos en la pequeña redoma del diablo, allí en cueva del cíclope inconsolable volvimos a colocarte al lado de nuestro hogar. Entonamos tristes canciones, y nos regocijamos aún de nuestra tristeza y nuestra hermosa nostalgia. Porque te amábamos.  Pero ellos decían que tú no eras más que humano, sólo humano. No había distancia de la aldea a la montaña, no había nada debajo de tus nubes más rojas, y tus truenos eran falsos. Todo era falso, incluido el movimiento del cielo en tu fondo agitado. Así, esperamos... Hasta que alguien un buen día dijo: El espacio y el tiempo es sólo el nombre que damos a lo que vemos. El tiempo es un nombre, el espacio es sólo un nombre. Nosotros sólo nombramos, nombramos aquello que vemos... Entramos todos a la cueva y te soltamos...
Polifemo a vuelto a tener un padre, su reino es inmenso; y yo, y yo, algo tan pequeño como yo, he salido de ese bosque donde estaba la cueva y el vino de Ismaro, para dirigirme al poniente, a tu caos, a sentir la presencia de tu rayo y a lanzarme en tu abismo. Pues tú me has sido devuelto...  




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