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OATES





I.

No Quiero tu piedad. Quiero tu amor.
multiplica
el peso ordinario de las cosas.
Ya dejé atrás mis piedras,
ya abandoné mis muestras geológicas.
Ahora solo puedo imaginar cómo sería
tocarlas.
Mi capacidad de movimiento es mínima.
Ahora moverse es imaginar.
Quiero imaginar los minerales
que ha cubierto y hundido la tormenta,
palpar su forma sin estimulantes.
No quiero tu amor como morfina.

Muerdo apenas el hueso de la palabra,
mi lengua es casi blanca y está quieta
como una piedra Adentro de una mano.
Estoy tan quieta y sucia
adentro de esta Bolsa de dormir.
Me oriné adentro de una bolsa cerrada,
esta escasa tibieza entre mis muslos
no sería tan pobre, tan escasa
si hubiera podido decidir.
Pero empecé a orinarme sin saber,
cuando supe no pude controlar mis esfínteres,
no habrá otro día en el que llore por mí.
Dos noches esperé
dormir sin despertar adentro de una bolsa.
Tendré que retirarme a tiempo.
En tu trineo soy una campana muda.


II.

No es Heroico Pedir que me abandones.
Este último gesto me pertenece,
a sus declinaciones entro sola.
Me han concedido un número limitado de gestos.
Debí aprender el oficio de hacerlos durar.
Haré durar hasta doler los que me quedan.
La tormenta de nieve es, en verdad,
un ábaco.
Hicieras lo que hicieras, de ahora en más,
me verías de espaldas.





III.

Fue Entonces Cuando dijo:
“voy a salir y puede que tarde un rato”.
No atinó ni siquiera a calzarse las botas.
A los perros les sangraban las patas.
Hubiera lamido las patas de los perros
resueltamente, como mató a un poni
antes de que lo devorara una ballena.
El poni flotaba a la deriva en el agua. 
No atino ni siquiera a calzarme los guantes.
Estoy de más en la tienda de campaña.
La ballena ya ha olido, complacida,
la antigua herida de guerra reactivada.
Fue entonces cuando vio
la tierra quemada de los bóeres,
sus ropas de granjeros,
sus sombreros de paño,
la determinación con la que sostenían sus rifles,
todo sujeto al latigazo de un gran viento
que arrastraba pedazos de cristal.
Eran intermitentes figuras troqueladas.
Después los bóeres desaparecieron.





IV.

No es heroico pedir que me dejes atrás.
Uno debe cargar su propio cuerpo,
sujetarlo en sus brazos,
cobijarlo,
hasta entrar en la nieve y deshacerse.
La tormenta de nieve arrecia y lava.  
Alguien tiene que ver la TerraNova.
Alguien tiene que alzarse y ser cristal
para posarse sobre tus recuerdos.


V.

No quiero el ancla de la enfermedad.
Quiero la larga risa
de la época menuda en la que fuimos buenos.
Voy a salir en estado de hipotermia,
voy a soltar el temporal para dejar de verme.







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