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R.B. Kitaj







Ronald B. Kitaj, 1932-2007, In memoriam.

El pintor más literario. Un artista turbador cuyas obras siempre me han dejado la boca abierta entre la curiosidad, la admiración y el sentimiento de que hay tanto por comprender de su arte.


Pintar era para Kitaj un viaje que empezaba con una pintura y que terminaba en donde las circunstancias lo hubieran llevarado. No sabía el lugar a donde el viaje lo llevaría, es que el arte era para Kitaj una búsqueda incesante y un intento por definir una respuesta –en todo caso, siempre parcial, incompleta, eternamente insuficiente – con una “asociación libre” entre los sueños, la literatura y sus obsesiones. Kitaj quería que de sus obras salieran personajes literarios memorables como los de la narrativa de Dickens o Dostoievski.
En los últimos años incluyó textos a sus pinturas, es decir a sus ficciones de colores, algunas de ellas son acompañadas por textos explicatorios que debían ser colgados en la pared a la par de la obra. El entendía su particular narrativa de colores como un instrumento para juntar el pasado con el presente, para el “intertexto’-si es que en pintura puede llamarse de esa forma-, es decir para las alusiones y las referencias culturales a otros pintores como Van Gogh, Miguel Angel , Cezanne, Goya, Bacon, Degas; a practicantes de la literatura como a Kafka, Erasmo de Roterdam; y a eventos históricos como el Holocausto, el asesinato de John Kennedy. Todo en una mezcla colorida y expresiva que dejaba en las telas con el libre albedrío que a un creador artístico le deja la tiranía de sus propias obsesiones. A inicios de los sesentas Kitaj descubrió su hasta entonces ignorada condición de judío, desde ese momento se convenció a sí mismo de que seguiría pintando como Cezanne y como Degas, pero después de Auschwitz. La magia derivada de su forma de practicar la creación artística tendría un símbolo recurrente en sus cuadros: Joe Singer, -un antiguo pretendiente de cuando su madre era soltera-, Esta Persona aparecía en las pinturas aislado, con un audífono, vagando, llevando su judaísmo a cuestas como un Kafka con colores y con un rostro que muchas veces era el del pintor mismo. El personaje en que su arte convirtió a esta persona era quizás una especie de alter ego para el autor, quiero decir para el pintor.
¿Quiénes son esas mujeres que aparecen en sus cuadros?, le preguntó una dama en la inauguración de una de sus últimas exposiciones en Estados Unidos. Esa mujeres son mi esposa, respondió él refieriéndose a su esposa fallecida, con el pincel puedo seguir acariciándola.

Mientras gran parte del Arte de después de la Segunda Guerra Mundial se ha dedicado a las preguntas ¿Qué es el arte? y ¿Cuál es el propósito del Arte?, Kitaj, dice The Economist en su obituario, perdió poco tiempo en estas “interrogantes solipsísticas”, porque “él sabía cual el principal propósito del arte: hacernos conscientes de la realidad histórica de nuestra situación, encadenarnos al cuerpo del Mundo...” Lo dijo muy bien la revista británica, tanto que me ha vuelto a dejar sin palabras.
La Bitacora del Faro Tuerto www.heribertorodriguez.blogspot.com


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