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Daniel Ferreira en Revista Barbarie Ilustrada

Por: L. C. Bermeo Gamboa*

Cuando en los diarios de Baudelaire leemos el recordatorio que anota sobre comunicarse con Maria Clem, suegra de Poe, para definir los asuntos de la traducción del poeta norteamericano, lo que parece un trámite común es en realidad el modo subterráneo en que un poeta iniciaba una reacción estética rescatando la obra de un escritor marginal. Puesto que Dickens, Emerson y  Whitman —autores representativos— despreciaron a Poe, y por otro lado, mientras Hugo presidía la literatura en Francia; Baudelaire como un genio criminal organizaba su acometida traduciendo a Edgar Allan Poe, lejos de la atención pública, lidiando con sus vicios y problemas domésticos, configuraron una modernidad literaria que los reivindicaría.

Whitman ciertamente criticaba que la obra de Poe no estaba conforme a los ideales de la democracia, tenía razón. Baudelaire amó y luego detestó a Hugo, así como admiraba su poesía le repugnaba el proceder público del autor consagrado por la nación, le parecía pomposo y ridículo, tenía razón. En ellos la marginalidad surgió como alejamiento de los valores imperantes en la época, así en el caso de Poe; y surge también como una reacción a la moral acomodaticia de los escritores representativos, así en el caso de Baudelaire. Fue en el siglo XX cuando consagrados por una literatura heredera y una crítica moderna, estos dos autores dejaron de ser marginales; aunque no del todo, siempre el carácter marginal de un autor permanece en su visión literaria y en la estética de su obra, el hecho de que finalmente sea leído por la mayoría no cambiará su naturaleza.

La marginalidad conspira, así como una nota al pie puede anular el texto principal o como una organización criminal pretende ser el nuevo estado de una población; así en literatura los autores que viven y crean en los márgenes sin ninguna aspiración de reconocimiento masivo, que escriben para su minoría de lectores — suscriptores en facebook y twitter, seguidores de blog—, publicando a través de medios gratuitos y con ediciones independientes, estos autores sin moldes que los ordenen y justifiquen en ningún proyecto oficial son los perpetradores de otra literatura esencialmente crítica, inconforme, osada y con el despropósito de no buscar el éxito editorial, sino la calidad literaria.

Sólo ahora, después de la reacción de internet —la mayoría de autores marginales son blogueros y obsesivos lectores de ebooks, mientras sólo con algunas gratas excepciones los autores representativos consideran demasiado bajo abrir un blog, porque para ellos está la columna en el gran diario nacional—, ahora es cuando la marginalidad dejó de significar carencia de recursos o conocimiento, para aludir al rechazo voluntario que ciertos autores asumen frente a la idea tradicional de literatura representativa. ¿Cuál es la tradición de autores marginales colombianos cuya literatura de gran calidad ha permanecido oculta a la mayoría de lectores que están embotados por la masa literaria representativa? En esa tradición podríamos incluir el nombre de Daniel Ferreira.

Después de 5 años leyéndolo desde los márgenes de su blog y en las revistas donde ha publicado, un premio como este podría significar la pérdida del carácter minoritario de sus lectores y en coherencia con la atención mediática alcanzar el éxito editorial, sin embargo sabemos —como dijo Onetti al ganar el Premio Cervantes— que realmente todo esto no es una cuestión literaria sino alimentaria, por lo tanto, esperamos que su aura marginalis permanezca y sobre todo consideramos necesario que continúe la guía del crítico apócrifo Stanislaus Bhor cuyos ensayos y reseñas son su otra obra lograda.

Si vivimos en el adverso medio literario de Colombia donde hay patriarcas y matriarcas que favorecen y excluyen a voluntad sin muestra de buen gusto por sus elecciones, entonces también sabemos toda la reacción que se mueve en los márgenes y entendemos que con Daniel Ferreira parece estar sucediendo, una vez más, el relevo generacional entre la tradición representativa y la marginal, lo que significa una inversión  de valores en términos formales, estéticos y morales; o como quiere Harold Bloom estamos presenciando el segundo round de la pelea entre semidioses y efebos por la primacía literaria.

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En 2012 movido por el interés de conocer la experiencia de un escritor que ha optado por ser un marginal, le propuse a Daniel Ferreira un cuestionario cuyas respuestas se alargaron por más de 10 páginas, algunas de las cuales, aprovechando la ocasión, comparto con ustedes.

*Editor de la revista virtual Barbarie Ilustrada

Leer el cuestionario completo aquí



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El video, a propósito:




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