Esto puede haber acabado, pero no soy tan tonto como para ponerme a llorar delante de ti. Por el contrario: me presento con una sonrisa como si nada, me siento a la mesa, me pongo la servilleta al cuello para no salpicarme la camisa (mi madre, pobre, que ya ve mal, las pasa moradas con las manchas) digo: –Buenas noches, Manuela y tomo la sopa hasta el final, hablando de Esto y de lo de más allá,