Bodas de Oro, 24 de febrero 1967-24 de Febrero 2017.
El Origen
Estamos en 1906, a sus cinco años, Olga Maturana Santelices, extraña a su padre, el obrero anarquista Clodomiro Maturana, quien viajó desde Santiago a Antofagasta integrando un pequeño grupo revolucionario enviado para ayudar en la organización de la huelga del Ferrocarril Antofagasta Bolivia, demandando principalmente, la extensión del horario de colación.
El movimiento culminó con la Matanza de Plaza Colón el 6 de Febrero de 1906, ejecutada por la guardia armada del alto comercio y marinería de la fragata Blanco Encalada.
Se cuenta que Clodomiro llegaba y salía de los puertos a nado, buscando evitar los controles policiales. Ahora, siempre que buceo o que doy brazadas en el agua, pienso en mi entrañable bisabuelo.
La tarde del jueves 16 de agosto de 1906, a las 19.55 horas, un niño de siete años, Gustavo Isaac Villar Esquivel, realiza sus tareas mientras se desencadena el Gran Terremoto que destruyó Valparaíso. Nunca olvidará aquella hecatombe. Nunca conocerá a su bisnieto Germán que se salvó a nado del maremoto de 2010 en Robinson Crusoe.
Es la segunda década del siglo y Andrés Bordón levanta en brazos a Bladimiro -su nuevo hijo- y lo presenta a la diosa de la noche, tal como lo hicieron sus ancestros collas, mucho antes de ser desalojados de sus tierras en la banda oriental de Los Andes, en aquella operación militar binacional contra civiles que nuestros Estados llamaron “Guerra del Desierto” y “ Pacificación de la Araucanía”
Bladimiro conservó de su pueblo la costumbre de caminar durante horas, como si todavía viviera en aquellas serranías, partiendo antes del amanecer, buscando luz en una pequeña escuela, amparado por la buena Luna de la que habló Atahualpa Yupanqui.
Alicia Garrido Aravena es una joven morena, genuinamente cristiana, vive en Valparaíso sobre Plaza Ecuador, mientras sus padres liquidan centenarias tierras de Limache. Su madre se llama Aurora y tiene toda la autoridad de la heredad agraria.
Alicia Garrido es hermosa en sus silencios y delicadamente coqueta. Pronto Miguel, uno de sus muchos hermanos, le presenta a un amigo oriundo de Copiapó, un joven apuesto que estudia en la notable obra universitaria que legó a los estudiantes humildes don Federico Santa María. Se trata de un muchacho que acaba de cumplir su servicio militar en la aviación y al que décadas después llamaremos “Tata Mero”.
Se casan y viajan al norte, viven con los padres de Bladimiro, Andrés y Luisa, de modo que sus hijas van creciendo en un mundo de primos y tíos, toda una comunidad humana de la que se alejan paulatinamente por el andar de las locomotoras que conducía nuestro abuelo y la muerte de sus ancestros.
Entretanto, la niña Olga crece. Domina la razón y aborda las emociones desde una bondad conmovedora. Donde ella está todo se vuelve sereno. En la agitada ciudad obrera de Antofagasta, es nombrada Secretaria del Tribunal del Trabajo y luego Inspectora del Trabajo, la primera mujer chilena que cumplió esa responsabilidad.
Ante la catástrofe de la depresión mundial de 1928, Olga, joven funcionaria, recibe el encargo de acompañar a los miles de cesantes que abandonan el norte salitrero en busca de una plaza en la agroindustria del Aconcagua o en las importantes obras públicas de aquellos años.
En nuestro país se cierra el ciclo del estado oligárquico y tras una década de inestabilidad y violencia política, se consolidan derechos sociales. En la nueva generación familiar todos los jóvenes van a la Universidad. Se desarrolla un sistema de salud y otro de pensiones. Se inicia el voto femenino. Desde 1920 la educación primaria se torna universal pública y obligatoria hasta cuarto año primario. Surgen vías férreas y carreteras. Nuestra abuelita Olga colabora desde la Dirección del Trabajo, organismo del que llega a ser Directora Provincial.
En su genio autodidacta, dedica energías a investigar y escribir. Sus obras sobre los derechos de la mujer obrera son todavía citadas como un valioso aporte a la humanización de las condiciones laborales. Pero no le basta con ello, también se deja tiempo para ser voluntaria de la Cruz Roja y desde comienzos de los años treinta, constructora de templos de virtud en la naciente francmasonería mixta de Chile.
Al amparo de las tres luces conoció a Gustavo, que tenía una vida de enamorado y deportista, un matrimonio anterior y la elegante gallardía de su físico, que incluso a los 70 años le permitía apagar el fuego de un golpe, como si aún fuera el brillante puntero derecho de Everton campeón 1916 o el joven que contribuyó a crear el Club Deportivo Playa Ancha.
Inspiradoramente feliz era aquella pareja. Su mesa de catorce asientos solía estar llena de gente, atraídos en su mayoría por la presencia de Olguita, su conversación, su alegría al cantar, al jugar cartas o al tocar el piano.
Su hogar era cálido. Solían haber caquis en las repisas; multitud de ensaladas, manzana rallada, pantrucas, pescados de roca, el trabajo metódico del reloj cucú.
Poco antes de 1960, el abuelo Gustavo perdió su patrimonio al invertir en la Compañía Olivera del Pacífico, que presidía el senador, hermano de ideales y viejo conocido de la infancia, Salvador Allende Gossens.
Ese traspié fogueó el carácter de Ramiro, hizo que la abuelita Olga vendiera su piano y retornara al mundo laboral como vendedora de libros puerta a puerta. En adelante, el joven estudiante trabajó por las noches atendiendo máquinas automáticas tocadoras de discos y cortando boletos en la peña de los Parra, entre otras actividades.
Se dice que el tata Gustavo liquidó hasta el último bien para devolver lo invertido por quienes confiaron en él. Así era su ética espartana. Aquella honestidad descollante.
Otra tragedia fue el ahogamiento en una piscina de la joven ahijada de Ramiro, hija de Eliana Venegas, que luego sería compañera de estudios de Alicia.
Unidos desde jóvenes.
Por fin estamos en los sesenta, tras la crisis de los misiles y el naranjazo, Chile vive un proceso revolucionario. El Che ha sido asesinado en Bolivia y es nombrado Presidente Honorario del Festival del Cine de Viña del Mar. Se desata la reforma universitaria. Hay tomas de fundos. Huelgas de profesores. Hierve la reforma agraria.
Una joven rubia, estudiante de pedagogía en francés y de deslumbrantes ojos azules es elegida Reina de la Semana Mechona. Tiempo después, Ramiro, estudiante de odontología de permanente promedio siete, tendrá oportunidad de hablarle en la casa de Recreo de su comadre Eliana.
Comienzan a pololear y Alicia hace un viaje por tren a Buenos Aires junto a compañeros universitarios . Ramiro se desespera por su ausencia y parte a buscarla. Se casan pocas semanas antes de que mi padre se recibiera de odontólogo.
Por imposición de la abuelita Alicia, la boda es en la Catedral de Valparaíso el 12 de febrero de 1967. La fiesta es en el Centro Santiago, hogar de la masonería mixta porteña, ubicado en parte del sitio que ahora ocupa el Congreso de la República.
El fotógrafo se embriaga y todo el registro de aquel día se extravía, por lo que se conservan sólo las fotos de estudio. La ropa de Ramiro era arrendada. El menú contempló camarones de entrada y pollo con acompañamiento.
La orquesta contaba con un eximio violinsta de aquel tiempo. En los descansos de los músicos profesionales, compañeros de estudios improvisaban con la guitarra y el piano.
En junio de 1967 fueron a un curanto de profesores en Cerro Castillo y tras compartir con gente y probar el vino de la tierra, concibieron a su primer hijo, en su pequeña casa de calle Cirilo Amstrong en cerro Miraflores. Al año siguiente, llegó Tanita, luminoso, flaquito, musical, alérgico y llorón.
El antiguo hacer de las abuelas.
Ante padres llenos de actividades, la abuelita Olga dedicó gran parte de sus afanes a cuidarme, enseñarme quehaceres de la cocina y la magia de los libros, implicarme en juegos de cartas, llevarme a disfrutar el paseo por la ciudad recibiendo infinidad de sonrisas y abrazos. Fue mi pequeño paraíso. El lugar desde el que me expulsó su muerte.
La despensa de la abuelita Olga estaba siempre bien provista. Sabía que en nuestro país al terremoto lo sucede el incendio, la inundación y la revuelta social.
La abuelita Alicia hizo otro tanto con Tanita, por lo que el niño creció en cercanía de sus tíos, en Placeres y en calle Urriola. Cerca de los cuentos de tía Cecilia. Los cariñosos regalos de tía Myrtha. Los juegos de fantasía con el Tata Mero. La seriedad karateca del tío Vladimir. El arroz con papas fritas que preparaban en ese hogar.
La familia vive, mientras muchos desaparecen.
El quiebre entre el tata Gustavo y Salvador Allende, cuatro veces candidato presidencial de la izquierda, provocó que Ramiro tomara cierta distancia de la actividad política y se centrara en su labor dental y en su desempeño académico que remataría con su elección como Decano hacia el cambio de siglo. Su disciplina científica es la fisiología, que busca desentrañar los misterios del funcionamiento del cuerpo humano.
En 1974, Caviedes, un quinceañero muchacho colorín, llegó a refugiarse a nuestra casa luego de ser detenido por tirar panfletos. Muchos años después nos visitó tras su exilio en Argentina.
Después, Ramiro atendía prisioneros políticos y creaba en su estudio una pequeña sala de encuentros para parejas separadas forzadamente.
En 1976, meses después de la muerte de la abuelita Olga, de improviso llegó Daniela, un poema de alegría para sus padres y hermanos mayores.
En enero de 1980, mamá esperaba otro hijo, el ocho de enero fue a parirlo. Los hermanos discutíamos si sería niño o niña y definíamos la fiesta que sería su vida. Por la tarde llegó el papá. Sus noticias eran otras. El niño no sobrevivió al parto.
Tras esa tragedia, nuestro hogar se llenó de pulgas y ratones. Murió también el abuelo Gustavo. Nos mudamos de Yungay a Playa Ancha en 1981.
Meses antes, Chile adoptó una nueva Constitución mediante un plebiscito fraudulento.
Veraneos
En 1971 veraneamos en Limachito. En 1972 estuvimos en unas cabañas junto a personal de la Universidad de Chile en Maitencillo.
En 1972, Ramiro compró la casa de Olmué. La llamó Villa Alicia. Entramos por la ventana mediante un tablón. El baño era de pozo y quedaba en una casita cerca de la quebrada. Nos bañábamos en el estero. El primer día que fui a la parcela bajé la quebrada y me perdí. Apenas se construyó la piscina, Ramiro nos perseguía y nos lanzaba al agua. No habría un segundo niño ahogado en su vida.
Los veraneos eran también una oportunidad para compartir con abuelos y tíos que nos cuidaban en estancias que iban desde fines de noviembre a comienzos de marzo
Los primeros viajes familiares.
En abril 1961, poco antes de cumplir los 17 años , Ramiro acompañó a sus padrinos en un viaje a Puerto Montt. Las dificultades del vuelo y la coincidencia con el terrible accidente aéreo en que murió todo el equipo de Green Cross, hizo que Ramiro regresara en tren y desechara nuevas travesías por el aire.
En 1978 comenzamos a viajar. Mamá partió con sus hijos mayores a Florida en el marco de un paseo organizado por la GUAY. En 1979, mientras mamá recorría Europa en tren, papá viajó al Sur con Tanita y yo, conduciendo un amplio vehículo blanco, dotado de tecnología anterior a la era del casete.
Ahora, siempre que voy al sur recuerdo las vacaciones de 1979, los hoteles en que estuvimos. Balas en la Iglesia de Rancagua. El Hogar de O’Higgins en Talca. La visita a la casa de un campesino que cultivaba trigo. Un zorro en Nahuelbuta. Frío en Rio Bueno. Navegación a Corral por el Calle Calle. Rosas en calles de Puerto Varas.El gran comedor del ahora demolido Hotel Pedro de Valdivia. La Hostería de Castro.
Hasta 1980 , Ramiro persistía en su recelo a los aviones. Afortunadamente, su amigo Pancho Corral lo curó de aquella fobia, llevándolo a volar a muy baja altura sobre las cumbres de Olmué.
Así, Alicia y Ramiro partieron a la ciudad de Buenos Aires con los Saavedra y luego no han cesado de visitar otros lugares. Quedaba atrás la época en que mi padre se desplazaba en barco entre Valparaíso y Antofagasta.
En 1982 fuimos todos juntos a Mendoza, cruzando entre altas paredes de hielo. Allí conocí a Peruco, sobrino del tata Mero e igual a él, pero con acento cuyano.
En 1985, Alicia y Ramiro emprendieron una viaje de varias semanas y la familia quedó bajo la supervisión de Gastón y Roselba.
Lo que ocurrió después está demasiado fresco como para escribirlo.
Gonzalo Villar Bordones
24 de febrero de 2017.