Yazgo, deforme en duras sombras con tierra, con asombro, y vuelvo a verme las manos de la edad, atadas a venas cercanas desesperadas, atrapadas, en la mecánica de los huesos con los que deambulo en las simetrías, en los trozos horizontales con las hierbas, y mis líquidos desvarían con afán cimarrón, por la boca, los oídos, y las ganas de llorar de reojo, se diluye incandescente,