Para mirar de frente los Ojos de la estrella
hay que subir las montañas
atravesar la soledad íntima
donde el astro interior comparte su secreto
con el jardín de los abismos.
En sus pupilas brotan
las dos columnas de la identidad
y en la lengua de la musa deposita una perla
de un blanco que transmuta.
Las vocales se vuelven nieve
y los acentos serpentinos perfumes sexuales.
Crepita el deseo en las puntas de los dedos
mientras fría la noche gime su abertura
y deja caer a sus hijos
como lágrimas de un sueño eterno
en vasijas de barro
abandonadas
por indolentes almas ciegas.
.