Vespasiano le dijo a su hijo Tito, que lo sucedería como emperador, aquello de que el dinero no huele mal. Se lo dijo para defender el impuesto a la orina. Roma no se hizo en un día ni se hizo gratis, y los tributos eran parte esencial de su avance. Tanto es así que los Romanos Examinaban los genitales de algunos para Cobrarle Impuestos. Fue el mismo Vespasiano el que estableció un impuesto a los judíos, y llegó a verse en público si estaban circuncidados, para que lo pagaran.

El Fiscus Iudaicus se encargaba de hacer que todos los judíos pagaran un impuesto exclusivo. Ocurrió después del levantamiento de Judea contra Roma, que el propio Tito se encargó de sofocar y que acabó con el asedio y la destrucción de Jerusalén. Ese tributo fue un castigo adicional a los vencidos y una excusa para gravar más a una parte del mundo romano. No sólo lo pagaban los judíos de Judea, sino todos los judíos, estuviesen donde estuviesen.

Vespasiano pensó que si hasta entonces los judíos pagaban para mantener su templo en Jerusalén, dado que este había sido destruido por la guerra, bien podían seguir pagando para mantener otro templo, el de Júpiter en Roma. La imagen que acompaña la entrada es un sestercio de la época de este emperador, y en el anverso se puede leer Iudea Capta. Es una moneda que conmemora esa captura de Jerusalén, aunque no es del todo exacta, ya que la ciudad ya era romana antes del levantamiento, así que, técnicamente, no fue capturada o conquistada, porque ya lo había sido. Pero, amigos, la propaganda es la propaganda, y nada mejor que el dinero para hacerla correr. Esto lo narra muy bien Tom Holland en su libro Pax (enlace afiliado), publicado hace poco en España y que les recomiendo. Lo he leído estos días de vacaciones y lo he disfrutado muchísimo. Es fantástico y les hablaré de él en breve con más calma.

Los romanos examinaban los genitales de algunos para cobrarle impuestos, y lo hacían en público

En un primer momento, si uno abandonaba el judaísmo se libraba del pago. Obviamente, había quienes afirmaban no ser judíos, aun siéndolo, para evitar rascarse el bolsillo. Un impuesto a los etíopes hubiera sido fácil de cobrar, porque eran de piel oscura. De haber ido contra los pueblos del norte, su piel clara y su pelo rubio los habría permitido identificar claramente. Pero los judíos tenían el mismo aspecto que los romanos y no se podían distinguir claramente.

A Vespasiano, el creador de este gravamen, le sucedió Tito, como decíamos. Este gobernó poco más de dos años y a su muerte se nombró emperador a Domiciano, su hermano. El nuevo emperador, sospechando que había quien mentía para escapar del impuesto judío, permitió a los recaudadores examinar los genitales de los hombres para ver si estaban circuncidados. Al fin y al cabo, no hay forma de hacer que el prepucio vuelva a crecer, así que si uno había sido judío, no lo podía esconder si se le quitaban los pantalones. De este modo todos los que habían pasado por la tradición judía podían identificarse.

Suetonio nos habla de esta cuestión y dice que él mismo fue testigo de cómo un fiscal, ante un tribunal lleno de gente, examinó los genitales de un anciano de 90 años pare ver si estaba circuncidado.

Hoy nos quejamos porque Hacienda sabe todo de nosotros por culpa de las nuevas tecnologías y así recauda impuestos con efectividad. Visto esto del Fiscus Iudaicus, no sé si es mejor que Hacienda sepa todo sobre nosotros, o que no lo sepa y tenga que andar comprobando, a riesgo de que nos analice hasta los genitales a la vista de todos. Dudo.

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