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OLVIDADOS

Cada vez que veo que alguien sufre más de la cuenta, suelo decirle que relativice porque cuando desaparezca, todo lo que fue se habrá ido. Entonces me responde que queda el recuerdo de lo que ha sido o ha hecho para o por los demás. Habitualmente replico que ese recuerdo será más que efímero, que el sistema de la vida actual es tan rápido que apenas hay tiempo para la Familia y, mucho menos, para el recuerdo.

Estudios, masters, actividades deportivas, amigos para pasar los escasos ratos libres… poco tiempo para aquellos que creen que merecen, como mínimo, un recuerdo.

Y hablando de recuerdos, en mi memoria se ha quedado un reportaje de una revista de esas que llaman rosas. Había una casa enorme, de grandes salones, espejos dorados, altísimos jarrones chinos, finos cristales, esculturas grandiosas que, sin embargo, no destacaban en la decoración porque los Versace de los personajes, las rubias e infladas melenas de las mujeres y los pantalones blancos impolutos con los que toda la familia se había vestido, provocaban un exceso, más que maximalista, hortera.





Sin embargo, algo desentonaba entre tanto brillo: una mujer al lado del cabeza de familia, vestida toda de negro y sin maquillaje.

¡Qué raro!, pensé, ¿se fotografían con las personas del servicio?

La imagen me obligó a leer el artículo de una revista que hojeo (no ojeo) esencialmente para coger ideas de decoración y de moda. Y la lectura, como casi siempre, respondió a la curiosidad. La misteriosa señora era la Hermana del productor de tanta riqueza. 

¡Vaya!, exclamé para mis adentros. ¡De verdad, que esto sí que es raro!, me dije.





Ustedes podrán creer que me refería a que era inusual que se tomaran tantas fotografías con dicha señora entre tanto personaje adinerado y que, además, la hermana política no pusiera ninguna objeción a la vestimenta de su cuñada. (No lo digo con machismo, si fuera hermano político sería lo mismo, creo)
.
Pero no es eso lo que pensé. Lo que me pareció fuera de lo común es que ese hermano recordara que su hermana había sacrificado su juventud, algunos años de su vida, pero de los más importantes, para dedicárselos a él en perjuicio de la vida de ella.



A lo largo de la entrevista él relataba que, para él, su hermana era lo mismo que su mujer o sus hijos, era su familia.

La vida de una abogada está más próxima a ver cómo quienes se prometieron amor eterno, se olvidaron de la promesa, cómo las personas se destruyen por herencias olvidando quienes fueron, cómo los políticos olvidan sus ideas, cómo se olvida todo aquello que provoca el gran esfuerzo de hacer y de reconocer. No hace falta ser abogado, desde luego, para descubrir, en nuestros círculos más cercanos desaciertos e injusticias.


Por ello, cualquier impresión de vulgaridad, de exceso u ordinariez de la gran mansión con sus personajes se desvaneció por completo, dando paso a la mirada de aquel hombre y al respeto de la esposa sentada con su Versace y su pantalón blanco, a juego de los de su marido e hijos, por otra mujer, de pie, vestida entera de negro.




ABIMIS 2




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